martes, 17 de junio de 2008

El legado del rey

LPM 1254 es la referencia del catálogo de RCA Victor de uno de los mejores discos de la historia de la música. Es la primera grabación de un hombre destinado a convertirse en la imagen de la gran revolución del siglo XX: el rock. Él era el rey, Elvis. En marzo de 1956, Elvis Aaron Presley publica su primer elepé. El músico de Tupelo tan sólo tenía 21 años. Un año antes, el 31 de enero de 1955 en Tampa, le tomaban un retrato histórico que ilustraría el álbum. A la poderosa imagen del joven músico desgañitándose mientras agita el mástil de su guitarra, se suma una rupestre tipografía con su nombre en rosa y su apellido en verde. Larga vida al rey.

La historia de esta portada continúa. 1979. Londrés. El punk. The Clash. El mejor grupo del primer movimiento antisistema de origen anarquista hace su propio homenaje a uno de sus ídolos. Un tipo que, como ellos, había provocado el escándalo en la sociedad más tradicional, aunque 20 años antes y sin apelar a la política.

El tercer disco de la banda de Joe Strummer, London Calling, recuperaba la iconografía del mítico álbum del rey, aunque la actualizaba, la contextualizaba y le sumaba más fuerza, si cabe, a la original. ¿Cómo? Gracias la violenta imagen del bajista de The Clash, Paul Simonon, a punto de destrozar su bajo.

Un año después los ingleses recuperaron la estética, que no la imagen, para su nuevo single: Train in vain.

Otro seguidor del punk tomó la estética del monarca, aunque a diferencia de los Clash, Tommi Stumpff dulcificó la portada con una párvula imagen. Fue el año de Naranjito: 1982.

A lo patrio. Madrid. Un bar de Cuatro caminos. En la madrileña movida un grupo de gallegos descerebrados, Siniestro total, piensan en la portada de su nuevo sencillo. Es el primer single que no incluye cara A. Tiene dos caras B. Deciden homenajear a sus idolatrados The Clash, aunque prefieren darle un toque propio. Tras varias divagaciones Pepo Fuentes y Julián Hernández -ideólogos del grupo más gamberro de La Movida- optan por sustituir a Simonon por un gaitero. Las canciones del single: Sexo chungo y Me pica un huevo. Surrealismo ibérico.

La más velada referencia a la primera grabación de Elvis la firmó otro genio: Tom Waits. La portada de su aclamado Rain dogs (1985) utiliza una tipografía similar, aunque no tan rupestre. Las diferencias: la distribución del texto y el color de las letras. La imagen fue tomada a finales de los años sesenta por el fotógrafo sueco Anders Petersen y quien aparece en ella, no es Waits.

Entre la larga lista de músicos que han rendido homenaje al rey del rock, hay que destacar la de su homólogo latino: El Vez, el Elvis mexicano. Este marciano con tupé, el más pretigioso imitardor de Elvis en todo el mundo, es considerado una mezcla entre el ídolo estadounidense y el Che Guevara. El Vez, en realidad, homenajeó a dos grupos al mismo tiempo: Elvis y The Clash.

El nombre del más famoso skater de la historia, Tony Hawk, también se ha vinculado a la histórica portada. Su último videojuego contó con una banda sonora propia, con bandas de punk versionando clásicos del punk y del hardcore. La ilustración no puede tener una referencia más clara: London Calling.

La última en homenajear a Elvis ha sido una mujer, K.D. Lang. La canadiense publicó en 2006 Reintarnation. Del rey imita hasta el grito.

A todas estas portadas se suman un larga colección de ‘tapas’ deudoras tanto del rey del rock como de los príncipes del punk. Músicos de todo tipo han retomado la portada original y la han reiventado: folkies, punkies, indie, bluesmen… Elvis no está muerto.

miércoles, 4 de junio de 2008

El oso despierta

El término experimental suele picar. Es como la etiqueta de las camisetas que hay que cortar/arrancar porque molestan y te obligan a rascarte. Hay bandas que sufren del mal de la etiqueta. Hay que arrancarla a tiempo, o pasarán el resto de sus días rascándose. Wilco, más bien su líder Jeff Tweddy, sacó las tijeras en su último disco, Blue Sky Blue. Dejó los ruiditos, la electrónica, y recuperó la candidez de sus country-pop-rock de baja intensidad. Con esta obra se postula para ser uno de los grandes compositores de la música popular contemporánea.

Tweddy, con su cara de oso madrugador, tomó las riendas de Blue Sky Blue. El resto del grupo cuenta que las canciones surgen de un trabajo común en el que todos lo miembros han aportado algo. Habrá que creérselo, aunque los galones de capitan se sabe quién los lleva en este barco.

Sería un error grave pensar que los anteriores trabajos de Wilco provienen de la experimentación más osada. No son Radiohead, ni Sonic Youth; pero dentro de su mundo canciones de diez minutos, con repetitivas bases electrónicas y guitarras anárquicas, son todo un ejercicio de furia y heterodoxia.

Blue Sky Blue es la joya engarzada del grupo, un compendio de sus mejores virtudes. Para los amantes de su sonido más primigenio y campero, el de su estreno A.M. (una joya del country alternativo), la última entrega de Wilco resultará, como mínimo, descafeinada. Para los seguidores acérrimos de los Wilco más lisérgicos, ídem. Para los demás, un imprescindible.

Adios a las migrañas
Jeff Tweedy sufre desde su juventud migrañas. Ni rastro. Blue Sky Blue apesta a Beatles, Brian Wilson, Birds, aunque con la siempre atenta mirada de Neil Young (oh, gran Neil) y Parsons. No hay dolores de cabeza. Suena claro, brillante y adictivo. Es probable que la banda haya firmado su propio Sgt. Peppers, salvando las distancias.

El recorrido comienza con Either way, la guía perfecta del pop que habría firmado el mismo Harrison. Continúa hasta adentrase en la canción que da título al disco, en la que recuperan su tradición más americana y que sirve de trampolín hacia melodías con ciertos toques (muy ligeros) de soul, un rock más clásico y temas para guardar siempre en el apartado de memoria vital, como Leave me (like you find me). El disco tiene de todo, las guitarras de Walken suenan a The Faces, What light a un songwriter como Dylan, y se cierra el disco con la hipnótica e intensa On and On and On.

En la época en la que el modo shuffle del Itunes apuñala al elepé por la espalda y realza al single, encontrar un disco tan completo, cuidado y adictivo no es un milagro, simplemente es una suerte. Wilco, con una excelente discografía, toca techo con un trabajo de esos que aparecerán en la lista de 1001 discos que hay que escuchar antes de morir. Mejor no esperar Blue Sky Blue se incluya en la nueva edición, quizás sea demasiado tarde.