miércoles, 16 de abril de 2008

El frío nombre de tu hermana

Islandia es el país que durante las dos últimas década ha entregado al mundo a los creadores más personales y extravagantes de la música popular. La diva Björk fue la pionera, Sigur Rós aparecieron más tarde con su sonido espacial. Junto a estos, Múm y su música de juguete y, por último las nuevas generaciones, como Amiina. Todos han logrado un hito: un sonido inconfundible que ha sido imitado en el resto de Europa y en los Estados Unidos. De entre todos los grupos, Sigur Rós -dejando a la sin par Björk a un lado- se ha convertido en el grupo más reconocido. El cuarteto marciano de Reykjavik a creado un universo propio, cercano a unos Pink Floyd más intensos y enrevesados.

El grupo se formó en 1994 en la capital islandesa. Decidieron llamar a su grupo igual que a la hermana de uno de los miembros de la banda, que ese mismo día acababa de nacer. Victoria Rosa. Tres años más tarde lograron publicar un primer disco en un sello islandés. El título fue Von: esperanza. En 1999 llegaría Ágaetys Byrjun, que significa buen comienzo. En este disco ya establecen los cánones del grupo: música onírica, con cambios de intensidad, prácticamente instrumental y con una importante orquestación.

El año 2000 sería el momento de dar el salto internacional. Sus padrinos fueron los gurús del rock independiente: Radiohead. Los islandeses se encargaron de abrir algunos de los conciertos de la gira de los británicos. A partir de ese momento, Sigur Rós despegaba, sin aparente freno, al olimpo de la música.

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En 2002 publicaron un disco sin título, simplemente dos paréntesis adornaba la portada. Las canciones, ídem, sin nombre. El álbum, con un sonido más crudo, compartía con su predecesor los juegos de intensidad, de la tranquilidad a las olas de ira, siempre melódica. Sigur Rós, no son amigos del ruido, lo que les diferencia de otros grupo con los que han sido comparados, como Mogwai y Godspeed You! Black Emperor. () fue publicado junto a un libro en el que distintos artistas gráficos, entre ellos Chema Madoz, prestaban sus ideas visuales a la música.

Los islandeses, que han publicado dos discos más de estudio y preparan el quinto álbum, han cultivado siempre una pose de raritos. No cantan exactamente en islandés, sino que en ocasiones lo fusionan con el inglés y crean el happylandish. Más rarezas: en alguna canción han incluido palíndromos sonoros, suenan igual se escuchen normalmente o al revés. Tienen extraños motes y el guitarrista y cantante, Jon Por Birgisson, es seguidor del grupo de música heavy Iron Maiden.

Pero peculiaridades aparte, Sigur Rós es uno de esos grupo que bien escuchado y dándoles una segunda oportunidad son capaces de trasladarte lejos, muy lejos. Sus directos, ocasionalmente acompañados por una orquesta, tienen fama de poseer una extraña capacidad para crear indescriptibles atmósferas. Es probable que sea la magia propia de Islandia, un país en el que el frío se combate con extravagancia y talento, al menos musical.










martes, 8 de abril de 2008

James, mirada de loco

Cuando era joven, James Taylor tenía cierta mirada de loco. Quizás fuera consecuencia de una de esas biografías de juventud tan propias de las estrellas de la música: una prematura cercanía a las drogas y a las instituciones psiquiátricas. Ahora, cuarenta años más tarde de la llegada de este compositor de Boston a las discográficas, sus fotos muestran un rostro mucho más amable. Puede que sea la cara de un hombre que ha logrado convertirse en un referente musical del siglo XX y quizás haya olvidado los demonios de la juventud.

Taylor apareció en el mundo de la música con apenas veinte años recién cumplidos. Aquel seguidor de los Beatles y de la música folk abandonó sus estudios de chelo para dedicarse a la guitarra acústica. Su primer disco llegó muy pronto, en el año 1968: James Taylor. Lo grabó en Inglaterra para el sello de los cuatro fantásticos: Apple. El propio McCartney puso el bajo en el disco. Esta obra no logró una gran repercusión, pero le abrió las puertas, unas puertas pequeñas, a una gira por Estados Unidos.

Después llegaría Sweet baby James. Era 1970. Su segundo disco en solitario es una obra maestra. El cantautor pertenecía a aquella generación que vivía la resaca del movimiento hippie y del verano del amor. Era una generación que empezaba a perder el interés por los movimientos políticos y empezaba a mirar más hacia su ombligo. Taylor escribió una obra muy autobiográfica que logró alcanzar el número uno de la lista de ventas. La fantástica Fire and rain recupera sus días internado, en el que vislumbra, a diferencia de otros autores, esperanza.

Sin grandes epopeyas
Sweet baby James es una preciosa recopilación de tranquilas canciones en las que el bostoniano recoge lo mejor del folk y del blues. Hay algún toque de pop, escaso, y más referencias sonoras a Bob Dylan que a los Beatles. La música de Taylor es intimista y alejada de las grandes epopeyas. Sus historias son mínimas, como su música, ajena a las orquestaciones. Un sonido desnudo, como el que suelen exigir el sonido acústico y los cuentacuentos.

El éxito de este álbum fue tal que Taylor protagonizó la portada de la revista Time, como representante de la nueva generación de songwriters que reunía a gente como Joni Mitchell, Carly Simon o Cat Stevens. A partir de ese momento, el compositor de Boston se convertía en un referente para la música americana, la más joven promesa.

La carrera de Taylor ya no tuvo freno. Discos, directos e incluso alguna incursión en el mundo del cine. Su mayor hito, al menos comercial, haber vendido 11 millones de copias de su disco Greatest hits.




martes, 1 de abril de 2008

Las cartas sobre la mesa

Entre la locura y la templanza existe un espacio que algunos se empeñan en recorrer sobre un vehículo inestable. Glenn Johnson, líder de Piano Magic, tiene un carné de conducir con el que transita entre esos dos puntos en cada uno de sus viajes musicales. Su ámbito es el riesgo y se maneja con la facilidad de los especialistas de cine. Pocas veces sufre rasguños. ¿Y cuándo ocurre? Mantiene la dignidad, al menos aparente.

Desde 1996, cuando Johnson comenzó a grabar de manera casera sus temas, Piano Magic se ha convertido en una banda de culto que atrae a un fiel grupo de seguidores encandilados por un sonido que se mueve entre el shoegaze y la electrónica minimalista o la música ambiental. En estos 12 años Piano Magic ha grabado ocho discos, multitud de singles (muchos publicados sólo en España) y una banda sonora para la película Son de mar, de Bigas Luna.

La intención de su líder siempre ha sido crear bandas sonoras para sus recuerdos, lo que se refleja en cortes cinematográficos, por lo evocador de las canciones. Su música es íntima y relata historias descarnadas de las que, para que engañarse, no transmiten exacerbada felicidad. Son los relatos de un lobo estepario con guitarra. Estos son las cartas de Glenn Johnson, o juegas o te plantas.