martes, 8 de abril de 2008

James, mirada de loco

Cuando era joven, James Taylor tenía cierta mirada de loco. Quizás fuera consecuencia de una de esas biografías de juventud tan propias de las estrellas de la música: una prematura cercanía a las drogas y a las instituciones psiquiátricas. Ahora, cuarenta años más tarde de la llegada de este compositor de Boston a las discográficas, sus fotos muestran un rostro mucho más amable. Puede que sea la cara de un hombre que ha logrado convertirse en un referente musical del siglo XX y quizás haya olvidado los demonios de la juventud.

Taylor apareció en el mundo de la música con apenas veinte años recién cumplidos. Aquel seguidor de los Beatles y de la música folk abandonó sus estudios de chelo para dedicarse a la guitarra acústica. Su primer disco llegó muy pronto, en el año 1968: James Taylor. Lo grabó en Inglaterra para el sello de los cuatro fantásticos: Apple. El propio McCartney puso el bajo en el disco. Esta obra no logró una gran repercusión, pero le abrió las puertas, unas puertas pequeñas, a una gira por Estados Unidos.

Después llegaría Sweet baby James. Era 1970. Su segundo disco en solitario es una obra maestra. El cantautor pertenecía a aquella generación que vivía la resaca del movimiento hippie y del verano del amor. Era una generación que empezaba a perder el interés por los movimientos políticos y empezaba a mirar más hacia su ombligo. Taylor escribió una obra muy autobiográfica que logró alcanzar el número uno de la lista de ventas. La fantástica Fire and rain recupera sus días internado, en el que vislumbra, a diferencia de otros autores, esperanza.

Sin grandes epopeyas
Sweet baby James es una preciosa recopilación de tranquilas canciones en las que el bostoniano recoge lo mejor del folk y del blues. Hay algún toque de pop, escaso, y más referencias sonoras a Bob Dylan que a los Beatles. La música de Taylor es intimista y alejada de las grandes epopeyas. Sus historias son mínimas, como su música, ajena a las orquestaciones. Un sonido desnudo, como el que suelen exigir el sonido acústico y los cuentacuentos.

El éxito de este álbum fue tal que Taylor protagonizó la portada de la revista Time, como representante de la nueva generación de songwriters que reunía a gente como Joni Mitchell, Carly Simon o Cat Stevens. A partir de ese momento, el compositor de Boston se convertía en un referente para la música americana, la más joven promesa.

La carrera de Taylor ya no tuvo freno. Discos, directos e incluso alguna incursión en el mundo del cine. Su mayor hito, al menos comercial, haber vendido 11 millones de copias de su disco Greatest hits.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Llevaba lo que creía un siglo apartado del mundo de los blogs. Sincopado este tío me encanta. Mis padres lo pinchaban sin piedad en un tocadiscos de aguja. Es mi infancia y no lo sabía... No me cansaré de agradecerte este rincón de aire freco.