jueves, 25 de octubre de 2007

A vueltas con Mark

Mark Kozelek sigue presente. Es una especie de espíritu latente en este espacio musical. Latente porque está en la cabeza del que escribe, con su deseo, en los últimos días casi incontrolable, de subir más canciones del songwritter -es necesario otro término que no sea cantautor- de Ohio. Si en entradas anteriores su proyecto Red House Painters era el que centraba la atención del blog, en esta ocasión es su actual disfraz: Sun Kil Moon.

Kozelek repite la fórmula: canciones acústicas, con un tono melancólico y letras tristes. Pequeños cambios, guitarras más limpias y un sonido que le aproxima a otro de los grandes de la música actual: Jason Molina, líder de bandas como Songs:Ohia y Magnolia Electric Co. Este parentesco también le hace formar parte de la familia de Neil Young -grande, dos veces grande- en sus discos más reposados. Un sonido más pop, folkie en ocasiones, alejado de la experimentación, aunque con alguna concesión al rock duro y toques de psicodelia, canción de diez y muchos minutos incluida.. El disco propio de un cuenta cuentos.

Fascinación por los boxeadores
Su primer álbum, Ghosts of the Great Highway, fue el primer contacto del nuevo grupo de Kozelek con este nuevo sonido, algo que ya se vislumbraba en sus discos en solitario. Su primogénito disco como Sun Kil Moon recoge todo un muestrario de historias curiosas, en las que destacan las canciones en las que el músico muestra su pasión por los púgiles. Salvador Sánchez, Duk Koo Kim y Pancho Villa -no el revolucionario- asoman la cabeza en el imaginario del músico de Ohio.

Pero la gran joya del disco es Carry Me, Ohio, un paseo por una historia de amores perdidos -"Toda la literatura habla del amor y de la muerte", quizás la música también-, vistos desde la distancia, aquellos que se anhelan y se desean recuperar, aunque se sepa imposible.

Kozelek desgrana en Carry Me, Ohio sus mejores trucos. Melodía adictiva con ese toque de tristeza que siempre deja un buen regusto en el comienzo de la garganta, un toque intimista y la elegancia de lo sencillo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Tacos y hamburguesas

Mexicali y Calexico son dos ciudades fronterizas: Baja California y California, Estados Unidos y México. Pero Calexico también es un grupo cuya música se pasea por la estrecha franja que marca la tierra de nadie y huele a tacos y a hamburguesas. Oriundos de Tucson (Arizona), John Convertino -ritmo- y Joey Burns -voz y guitarra- muestran en sus canciones la pasión que sienten por la música de la costa Oeste americana de los sesenta, el country, las bandas mexicanas norteñas y los mariachis.

Su disco Feast of wire asentó los posos de su discografía. Es una especie de grandes éxitos en el que aúnan todos los elementos que les han convertido en un grupo más que interesante y recomendable. Su fuerte, las canciones melancólicas que hablan de la frontera, que suenan a botas de vaquero con espuelas, a fantasmas muertos en las minas de oro, a sombrero charro y a una bola de heno que recorre una ciudad desierta y polvorienta con un salón. El whisky se bebe solo y el agua es para las mulas.

La música del grupo de Arizona es amiga de las guitarras slide y de las trompetas, con claros toques mariachis, pero no dudan en utilizar acordeones, como el increíble tema que abre el disco, Suken Waltz.

Medios tiempos, jazz y pop
Feast of wire
está repleto de ecos de Morricone y Rota (Close behind y Whipping the horse's eye), especialmente en las canciones instrumentales, y se mueve entre los medios tiempos de aire latinos y los ritmos marcianos de Crumble y Attack El Robot! Attack!, dos ejercicios de jazz enérgico y, en el caso de la segunda canción, marciano. Por supuesto, este álbum también tiene espacio para melodías de meridiano pop, como Not even Stevie Nicks.

Pero Calexico, y especialmente Feast of wire, no son un grupo de científicos experimentales. Excepto en su "discografía paralela" -Rockdelux dixit-, Aerocalexico y Travelall, su lugar no es el laboratorio. Se manejan con total soltura en las historias del otro lado, cantadas por gringos con guitarras españolas, acompañados de músicos procedentes del país vecino. Su género es el western, quizás el spaguetti western.

Calexico siempre ha sabido elegir buenos compañeros de viaje: amigos de Giant Sand, Friends of Dean Martinez, Neko Case y Iron & Wine, con quien grabaron un interesante ep. Todos estos grupos se han convertido en una especie de microuniverso sonoro. Quizás el sol sea Calexico, a pesar de que en sy último disco, Garden Ruin, se han alejado de su propia órbita para dejarse caer en parajes más cercanos al folk y el pop.

Este dúo son a la música lo que el tex mex a la comida. No son puros, son mestizos. Aunque, por completar la comparación, lo que hacen quizás sea el mejor tex mex de Estados Unidos. Cocina de autor en la que Feast of wire es su mejor menú.







martes, 16 de octubre de 2007

Bristol 88, el experimento

Massive attack es un trío formado en la ciudad portuaria de Bristol a finales de los años ochenta. Un dibujante de graffitis y rapero, 3d, conoció en 1988 a Daddy G y Mushroom, miembros del colectivo artístico The Wild Bunch, con los que decide poner en marcha esta aventura musical en la que la experimentación es fuerza motriz.

El sonido de los de Bristol se convirtió en un referente para una nueva corriente musical conocida como trip-hop, de la que, por supuesto, el grupo siempre deseo desmarcarse.

El trip-hop era una mezcla de música hip-hop, jazz, soul, toques de rock y dub jamaicano. Durante los años noventa muchas bandas y cantantes se sumaron a esta tendencia (Tricky, Portishead, Morcheeba), aunque quizás la más conocida haya sido la extravagante cantante islandesa Bjork.

El primer disco de Massive attack se publicó en 1991, bajo el título Blue lines. Éste fue el inicio de una importante carrera musical que les ha llevado componer seis discos de estudio, uno de ellos la banda sonora de Danny the dog, una película escrita por Luc Besson.

Su mayor logro comercial lo alcanzaron con el disco 100th Windows, en el que sólo participó 3d y que entró directamente en la lista de los más vendidos del Reino Unido.
Sin embargo, el disco que más aplausos ha recibido de la crítica fue Mezzanine, publicado en el año 1998. En este álbum, el grupo, siempre amigo de la electrónica, apuestan por las guitarras eléctricas y el rock más oscuro.

Antibelicismo
Massive attack no sólo es un grupo de música. Siempre han mantenido una postura abiertamente enfrentada a los conflictos bélicos. Durante la guerra del golfo los de Bristol se vieron obligados a acortar su nombre a Massive. El líder de la banda, 3d, siempre se ha arrepentido de aquella decisión impuesta por la discográfica.

Durante su gira europea del año 2004, el grupo acompañaba sus directos con pantallas gigantes en las que aparecían los nombres de todos los menores de edad fallecidos durante la guerra de Irak. Nombres que acompañaban de la edad.

Aunque, en el fondo todo, esto no dejará de ser un detalle en el anecdotario de la historia de la música contemporánea. Massive attack formará parte del diccionario de la música como uno de los grupos más innovadores de los noventa, que además se ha permitido el lujo de trabajar con gente como Neneh Cherry, Elizabeth Fraser -cantante de Cocteau Twins-, Tracey Thorn, de Everything but the girl; la inefable Sinead O’connor, y el histórico cantante de reagge Horace Andy.

Pero no sólo ellos han buscado la ayuda de importantes músicos. Artistas como Madonna, David Bowie o los irlandeses U2 han solicitado los servicios de los de bristol. Por algo será.





miércoles, 3 de octubre de 2007

Un hombre sencillo

Leonard Cohen es el poeta, al menos esta era su profesión antes de dedicarse a la música. Sus canciones han sido asaltadas por músicos del más diverso pelaje: Johnny Cash, Bob Dylan, Rufus Wainwright, Klezmer Conservatory Band, Nick Cave, Enrique Morente con Lagartija Nick -versión imprescindible-, e, incluso, la ínclita Ana Belén. Pero quizás de todas la interpretaciones que se han hecho de las canciones del canadiense, la mejor sea la de uno de los niños terribles de los años noventa: Jeff Buckley.

Buckley, hijo del genial Tim Buckley, sufrió la misma suerte que su padre: una muerte temprana. A pesar de desaparecer con apenas 30 años, el músico californiano dejó dos discos repletos de algunas de las canciones más intensas del rock. Después, como suele ocurrir en estos casos, se han publicado directos y todo aquello que había dejado grabado el mistery white boy.

En el primer disco que publicó Buckley en 1994 (Grace), incluyó una versión del Hallelujah de Cohen. Un tributo en seis minutos en los que el músico de Orange County exhibe esa voz tan personal que encandilaría a Thom Yorke, cantante de Radiohead, en sus inicios.

La versión desnuda de Jeff Buckley, su voz es sólo acompañada de su guitarra, es un ejercicio de enrevesada sencillez. Es difícil encontrar a alguien que con tan poco barro pueda fabricar tan gran vasija. Buckley convierte este salmo -repleto de alusiones bíblicas, que tanto gustan a Cohen- en una oración laica.

Es difícil saber cuál era la intención del músico californiano cuando grabó esta canción -todo un reto-, aunque seguramente sería tan sencilla como desmontar los principios de la física cuántica. Casi lo logra.