domingo, 24 de febrero de 2008

El chico de la cebolla

Mi madre cambiaría de acera si se cruzase con un tipo como Badly Drawn Boy. Otros, quizás, buscarían un euro en sus bolsillos para dárselo. El músico inglés -nacido Damon Cough- cultiva un aspecto descuidado, siempre tocado con gorros de lana y capas de ropa como una cebolla. Su música, sin embargo, no responde a su imagen. Al escuchar a BDB, uno espera encontrarse con un joven de camisa de cuadros y estética aseada, un Sufjan Stevens. No es así, aunque las similitudes sonoras son patentes.

El compositor de Lancashire suena tan inglés como los sombreros de Isabel II. Badly Drawn Boy despliega una elegancia inusual que parece troquelada en sus genes. Huele a té metódico -el que se toma a las cinco- y a haggis. Su música salta entre las referencias de los grupos de los sesenta -Donovan, Beatles y Harry Nilson- y se liga, por motivos generacionales o melódicos, a bandas como The Beta band, Super Furry Animals, Magic Numbers y el mentado Stevens. Hay otras referencias, como Springsteen, al que hace un guiño en su último álbum: Born in the UK.

1997 es el año en el que se data la primera grabación de BDB. Pero a quien le interese oírla, más vale que se la graben. El primer ep de este creador se subasta en Ebay por el módico precio de 100 libras. Solo se imprimieron 500 copias. Lo cierto es que los bolsillos más desnutridos podrán contentarse con todos los discos que ha grabado posteriormente y que, realmente, forman el grueso creativo de su carrera.

Tras una serie de exitosos elepés, llegó la hora del primer larga duración. Cough grabó The hour of bewilderbeast, publicado en 2000. El éxito de la ópera prima fue tal que vendió 300.000 copias y ganó el premio Mercury music, que arrebato al grupo de Manchester Doves. The hour es una especie de canon que dibuja las líneas que esbozan la carrera del compositor britnánico: medios tiempos de pop claro, sin concesiones al ruido, hermosas melodías y un sonido acústico de piano y guitarra.

Un trabajo impecable
Dos años después llegó la banda sonora de About a boy, la adaptación de la novela de Nick Hornby. El trabajo de BDB es impecable. Una colección de hermosas canciones en las que destacan dos hitos del pop: Something to talk about y Silent sight. El piano y la guitarra de Damon Cough otorgan a la película esa elegancia que surge de las composiciones del creador.

Have you fed the fish? fue el siguiente paso, quizás en falso, de la carrera de Badly Drawn Boy. La acusadora crítica -o acusica- tildó al disco de comercial, concepto extrañamente vinculado a la falta de calidad. ¿Acaso no son los Beatles, los Rolling Stones o The Cure comerciales? Lo cierto es que en esta grabación se introducen más guitarras y que es probable que sea su álbum menos interesante, pero el estilo es el mismo.

Tras una gira por Estados Unidos, el compositor añoró su hogar y volvió para grabar One plus one is one. Este regreso a su casa despertó su vena más íntima y desplegó sus historias más personales, incluida la muerte de un amigo o la pérdida de su abuelo en el desembarco de Normandia. Tanta biografía no pareció gustar a sus seguidores. El disco fue un fiasco en ventas.

Ahora regresa con
Born in the UK, una vuelta a las historias casi infantiles y las melodías luminosas y delicadas que han convertido a BDB en una especie de Springsteen sin pañuelo en la cabeza ni ánimo de rock'n'roll.







miércoles, 13 de febrero de 2008

Bajo el puente

En el mundo de la música siempre corren leyendas en torno al último disco grabado por un grupo antes de separarse. Se habla de las tensiones, de las disputas e, incluso, de grabaciones en las que los miembros de un grupo ni siquiera se hablaban. Bridge over troubled water, fue el último disco de Simon & Garfunkel y, se cuenta, que aquellos dos tipo de pinta afable tuvieron sus más y sus menos. En definitiva, que su amistad fluyó por aguas turbulentas.

La canción que dio título al disco se convirtió en un éxito y se mantuvo durante seis semanas en el primer puesto del
Billboard. Tuvieron que llegar los Beatles con su Let it be para apartarlos de ese lugar. Una curiosidad: aquel también fue el último disco del cuatro fantásticos y, según los rumores, también tuvieron su disputas, bajo la atenta mirada de la mala malísima del pop: Yoko Ono -no pronuncie su nombre tres veces seguidas-.

Paul Simon compuso la canción para que la cantase Art Garfunkel, que era el rubio de irritante voz. Pero, parece ser que no le apetecía que la cantase el solo, prefería compartir la canción. Guerra de egos y disputa al canto.

La canción fue un éxito, y otros artistas quisieron hacer la propia. El listado de versiones de
Bridge over troubled water es kilométrico: Jackson 5, Roy Orbison, Roberta Flack, Willie Nelson, Jonnhy Cash e, incluso, el ínclito Camilo Sexto, traducida para tan magna ocasión.

Entre tantos nombres destacan: Elvis, Aretha Franklin y Jonnhy Cash. Cuando Simon escuchó la versión del rey del rock, aseguró que aquel tema ya no podría ser suyo nunca más. A partir de aquel momento se había convertido en una canción del rey.

Y del rey a la reina, aunque en este caso del soul. Aretha Franklin, un año después de que se publicase la canción, se sentó al órgano para desmontar la melodía de Simon & Garfunkel. La musa convirtió la composición en un himno
R & B al que dotó de la viveza y el brío de una de las voces más personales y con carácter de la historia de la música. Tanto fue así, que en 1971 logró meterla en el top de las canciones más escuchadas del año -además de superar la versión original-.

En American IV: The man comes around, la última grabación publicada en vida por el inigualable Jonnhy Cash, se recogía la lectura del músico de Arkansas. En sus postreros discos -publicados con American Recordings- Cash dio salida a sus gustos musicales con un buen puñado de versiones, la mayoría mejores que las originales e, incluso, insuperables. Verbigracia: My personal Jesus. A pesar del talento de Depeche Mode, la versión del viejo Cash es un hito.

En cuanto a Camilo Sesto, qué decir. Pues eso, Camilo, qué tipo.









Aretha Franklin



Camilo Sesto

sábado, 2 de febrero de 2008

Je suis américain

Los músicos franceses pecan en ocasiones de exceso de romanticismo. Esto no tiene porque ser malo, pero lo cierto es que el merengue empalaga. Por eso es bueno encontrar grupos y compositores galos cuya música tenga un cierto toque de amargura. El alpino Benjamin Biolay incorpora ese toque de resquemor que da cierta alegría a las buenas canciones. Es el más americano de los compositores franceses, una especie de Gainsbourg cruzado con James Taylor.

Biolay publicó su primer disco en 1999,
Rose Kenedy. Bajo un título tan anglófono había un disco repleto de buenas composiciones con un sonido americano. Un pop exquisito en el que el creador francés demuestra su soltura como compositor. Su disco más pop, repleto de samplers con la voz de Marilyn Monroe, sacados de la película Con faldas y a lo loco. Un poco melancólico y sombrío que suena a un otoño de hojas caducas. En las letras Biolay demuestra su querencia por las letras con cierto toque sureal y las imágenes extrañas.

A partir de este disco, Biolay presenta un catálogo un tanto irregular.
Negatif, su segundo larga duración toma ciertos carices de rock, un rock suave, y se atreve con algunas aventuras sonoras en largas canciones. Un año después, en 2004, publica la banda sonora Clara et moi. Y ese mismo año saca su proyecto Home, un disco grabado con su mujer Chiara Mastroiani. Esta obra realmente no está a la altura del resto de las composiciones.

El disco de la ira

En 2005, presentó su disco más intimista y oscuro, L’origine. Biolay reconocía en una entrevista que este era un disco llevado por la decepción, por la ira. Quizás esta ira fuese demasiado para su seguidores porque el álbum supuso un fracaso en ventas. De hecho, el galo tan sólo dio un concierto no hubo giras y se encerró a componer su nuevo larga duración: Trash yeyé.

A diferencia de
L’origine, su último disco, publicado a finales de 2007, habla de amor y es catalogado por el artista como un disco repleto de luz. Biolay relaciona la luminosidad del disco con el lugar en el que fue escrito el mítico Woodstock. En medio del campo, en una casa rural, rodeado de lo más granado de la música folk americana, compuso las canciones del disco.

Biolay, que ha compuesto para cantantes como Keren Ann, Françoise Hardy, Elodie Frege o su hermana Coralie Clement, siempre ha renegado del marchamo que le une a la nueva canción francesa. Él reconoce que no escucha música de su país -sólo hip-hop-. Sus referencias son norteamericanas y su mundo lírico poco tiene que ver con el de los austeros nombres de la
nouvelle chanson. Biolay no es Dominique A, ni ganas que tiene, él preferiría ser Neil Young.