Lo mínimo puede conformar un todo. Boards of Canada asumen desde hace dos décadas el lema de Mies Van Der Rohe, menos es más, y crean una arquitectura melódica racional y escueta. Su música es la de la deshumanización del Arte y la heredera, por derecho propio, de los germánicos más estrictos de la historia de la música: Kraftwerk.
El sonido de este dúo de hermanos es cíclico, que no repetitivo, y sus discos están concebidos como un todo. Una obra completa que no debe ser escuchada como un conjunto de sencillos inconexos, sino como un espacio temporal unitario. Las canciones son por lo general breves y existe relación entre ellas. Sus creaciones, emparentadas con grupos como Four Tet y Pan Am, se sustentan en bases rítmicas a las que se suman capas de sonido, como si fuese un pastel. Para ello, Boards of Canada viven en un mundo analógico: sintetizadores, instrumentos, samplers, radios. Todo vale.
Estos escoceses amantes de la geometría, gusto que evidencian en sus portadas y vídeos, componen hermosos instrumentales para el siglo XXI. Es posible que su música no resulte emotiva, pero su capacidad evocadora y para crear universos rítmicos es innegable. Asegura el dúo, fan de los Beatles y My Bloody Valentine, que sus composiciones nacen de la tristeza de ciertos recuerdos, cargados de nostalgia
Boards of Canada, que pertenecen a la discográfica sin complejos Warp, son investigadores, científicos que, como químicos, buscan la formulación ideal. En alguna ocasión han reconocido su interés por la vinculación que existe entre los números y la música, así como por los mensajes subliminales, que recorren la obra de dos hermanos enamorados de melodía matemática.
"Algunas personas me dicen que los ojos son las ventanas del alma, pero los ojos pueden ser unas cuencas vacías".
La cara de Ron Sexsmith es de niño. Su voz, de lana. El compositor canadiense, siempre solitario y distraido, ha diseñado a lo largo de dieciséis años un plano anímico, una especie de guía que cruza los recovecos de los sentimientos humanos. Sexsmith pertenece a esa escuela de songwriters -concepto muy alejado del cantautor latino, por fortuna- capaces de transmitir con sus historias el dulce sabor de la nostalgia.
Just my heart talkin' es una confesión de las que se susurran al oído, sentado sobre un malecón: "Mi corazón siempre me ha guiado hacia donde no pertencía, hacia puertas a las que no debería llamar". Sexsmith, elegante y adusto, desliza sus versos bajo una melodía sencilla y una intrumentación enjuta. No es seguidor de las grandes orquestaciones. Al igual que Nick Drake, se vale con una guitarra.
Su obra Blue boy, disco genial que esconde esta pieza sosegada y reflexiva, es un compedio de historias tristes, cantadas a media voz por, probablemente, uno de los grandes genios de la música actual. El hombre de voz de lana y dedos de cera es un cuentacuentos que despeja su alma en cada una de sus composiciones.
No siempre es fácil creer en aquello que no se ve. Requiere un esfuerzo y cierta confianza en ocasiones a prueba de bombas. Otras veces sólo exige un segundo de reflexión. Es casi imposible creer que la música pueda cambiar nada en un mundo que gira a ritmo de 75 r.p.m., aunque hay grupos que se aferran a esta idea como el verano al otoño. Thee Silver mt Zion creen en ello, creen que es posible y su vida gira en torno a esta idea.
En realidad, la música siempre ha sido generadora de movimientos, en su mayoría juveniles, dispuestos a revolucionar el tiempo que les ha tocado vivir. La diferencia entre este colectivo canadiense y sus antecesores es que sus protestas son silecionsas. Sus ideas comparten los principios de punk: anarquista, anticapitalista y antiglobalización -defiende la distribución a través de pequeñas redes locales y huyen de la publicidad-. Pero no comparten la estética, ni el carácter autodestructivo, tampoco el exhibicionismo, ni la provocación gratuita.
Thee Silver mt Zion son contenidos en sus formas, tanto estéticas como musicales. Son sobrios, aunque se permiten ciertas descargas de ruidismo en sus canciones y sus directos son conocidos por su intensidad y emoción. Tirando de etiquetas, lo sencillo es clasificarlos como post-rock, cajón de sastre favorito de los críticos, pero podría hablarse rock de cámara o, simplemente, rock de vanguardia o experimental, ¿cómo Pink Floyd? Tampoco es eso.
Uraños y esquivos La formación es variable. Los músicos son compañeros de otras bandas que graban sus obras con el peculiar sello de Montreal Constellation records.. Las guitarras comparten espacio con los instrumentos de cuerda, que tienen crucial importancia para estos antisistema uraños y esquivos con las entrevistas y medios de comunicación, a los que acusan de haber ayudado a la putrefacción de la industria musical.
El sonido de estos extraños amigos de los mensajes apocalípticos procede de grupos como June of 44, Slint, Savage Republic, el jazz, la música clásica y la música tradicional judía. De hecho su líder, Efrim, capitanea el grupo de música klezmer: Black ox orkestar.
Thee Silver mt Zion creen en el famoso otro mundo es posible, quizás su música también sea de ese otro mundo. Un paseo por oníricos lugares, casi de pesadilla, en el que los intrumentos se suman, uno a uno, para formar un manto en el que se podría pasar toda la noche, contando con los dedos los minutos que quedan para un nuevo día. Un manto en el que confiar, sobre el que saltar con los ojos cerrados.
Para escuchar: Stumble then rise on some awkward morning
A pesar del mayo horribilis, de la llegada de la ola de calor tropical, de Factor X y las canciones del verano, es una agradable sorpresa encontrar un lugar distinto donde descansar. Sincopado, por motivos ajenos a su voluntad, se ve obligado a rebajar el número de entradas en este espacio, pero en agradecimiento a su pocos, pero fieles lectores, deja uno de sus nuevos descubrimientos. Fujiya & Miyagi, sonidos cíclicos para bailar con una cerveza, en la mano, se entiende. Teclados y voces susurrantes, el baile del robot.
La ventaja de montar un negocio de churros es que son fáciles de fabricar. No requieren invertir en innovación y el resultado siempre es óptimo: churros. En la música, los churros son habituales. En la televisión también.
Criticar Operación Triunfo es sencillo, por lo que resulta también sencillo criticar a su sosías: Factor X. El nuevo churro sigue el mismo esquema que su antecesor: un grupo de personas, con mayor o menor talento para la interpretación, a los que se les promete que se les convertirá en artistas. ¿Artistas? ¿Está Bisbal a la altura de Dylan?, ¿Bustamante a la de Sinatra?, ¿Rosa -de España- a la de Aretha Franklin? Cantar, cantar bien, no convierte en artista.
Factor X es aburrido y el mal gusto, nunca escatológico, tiene camerino propio en el programa. Se cantan las mismas canciones que en OT, se interpretan igual y se acompañan de ese tufillo a fenómeno fan insoportable e histérico. Cuatro prometía algo distinto, pero es tan fácil y económico hacer churros... Un valor diferencial: frente a su predecesor, Factor X ha incrementado el nivel de mal gusto; una impagable sección de grupo vocales. Beluga.
El jurado Tampoco falta un jurado. Formado por tres miembros, cada uno dirige un equipo, se dedican a la crítica gratuita, fuera de lugar y estúpida. Cuando llegan las alabanzas, los lugares comunes se repiten uno tras otro. Los argumentos son tan ridículos que rozan la estupidez y, por supuesto, están plagados de frases que incluyen la palabra sensibilidad.
Porque si en estos programas sobra algo es 'sensibilidad', más bien sensiblería. Los concursantes tienen los lacrimógenos más rápidos de este país. Cualquier motivo es bueno para echar una lagrimita, al igual que nunca viene mal una muestra extrema de amistad con un tipo que, en el fondo, acabas de conocer. Por supuesto, la cadena libra al espectador de este espectáculo de exhibicionismo. Cómo no.
Quizás sea un envidioso. Ni gano lo que gana Bustamante, ni muevo las caderas como Bisbal. Puede que haya perdido mi sensibilidad musical o que nunca la haya tenido. Podría ser que no sea un tipo sensible, educado para disfrutar de las bellas artes. Puede que por todo esto no me guste OT ni Factor X.
Factor X merecía un voto de confianza, una gala, y entera. No habrá una segunda oportunidad.
Dos reflexiones:
Primera, ¿Qué va a pasar con los artistas que salgan de este esperpento? ¿Hay hueco para ellos en el mercado musical? ¿Qué es de los triunfitos, exite un limbo en el que desaparecen tras el concurso?
Segunda, ¿Puede una presentardora de un programa de prime time, en una cadena nacional, utilizar expresiones como "Me gusta ese positivismo" -un saludo a Augusto Comte- o "Ves y dale un beso"?