miércoles, 26 de septiembre de 2007

El gran dinosaurio

Booker T. White pertenece a una especie superior en la fauna de la música: los legendarios blues men de Mississipi. Son como los dinosaurios: se extinguieron hace tiempo y aunque aún quedan descendientes que rondan por la tierra, ya nada es lo mismo. White forma parte de una leyenda, incrementada por los campos de algodón y la segregación social: la de aquellos músicos que no necesitaban más que una guitarra y una pajarita de lazo en su cuello para edificar los pilares de la música moderna.

Al igual que el resto de los músicos del blues más primitivo, White osciló entre este género y el gospel. Música con raíces africanas, que cantaba las historias de la esclavitud, la espiritualidad y recuperaba viejas baladas irlandesas e inglesas. Las letras, en muchas ocasiones meros mantras, eran recitados más que cantados. La voz se convertía en una salmodia que declamaba, casi relataba una historia.

Aunque comenzó tocando el piano, el músico de Mississippi dominó la guitarra, concretamente la dobro -una guitarra con potente resonancia y, en su momento, muy económica de fabricar-. Su técnica es la de un virtuoso, reorre el mástil de la guitarra de manera alocada y domina la técnica del slide, que obliga a utilizar una afinación especial.

El nombre de los grandes músicos de blues de principios de siglo XX no son referencias habituales en el día a día de la música. Artistas como Son House, Booker White, Blind Willie Johnson y Fred McDowell puede que no hayan dejado los más hermosos discos para la historia de la música, lo más sutiles o los más cuidados, pero han dejado la materia prima para todo lo que hoy se conoce: el rock, el pop, el bluegrass, el soul, el hip hop...

¿Qué hubiera sido de la música sin Mississippi o sin Chicago -probablemente las cunas del blues-? Quizás el reaggeton dominaría el mundo, o Luis Cobos, o los cantautores. No creo que pudiese haber nada peor.

Para escuchar:

Aberdeen Mississipi Blues

1 comentario:

Nahum dijo...

¡¡Qué pasada, amigo!! La verdad es que dan ganas de ponerse a recoger melaza o fumar en pipa con Huck Finn. O, yo que sé, luchar por los confederados.

América profunda en estado puro.

¡Viva el Jurásico!