martes, 23 de junio de 2009

Altofolk

El hombre más alto del mundo -eso dice él- compuso uno de los discos más interesantes del año 2008. El sueco Kristian Matsson, con su banjo y la guitarra, propone en su debut Shallow Graves una buena sacudida de folk y tradición estadounidense, bien cargada de heno, sombreros de paja, tabaco de mascar y un porche en una granja.

The Tallest Man on Earth, de voz grave y desgarrada, presenta once canciones engendradas bajo el influjo de los cantautores estadounidenses. Sí, para qué ocultarlo: hay Dylan, hay mucho Dylan. Pero también se asoman muchos clásicos del primer blues, aquel que se componía en el delta del Mississippi y en Chicago, el de los brillantes Son House, Booker T. White, y M. Fred McDowell. El propio Matsson nombra a la Velvet Underground, aunque su rastro es difícil de seguir en este disco; a Nick Drake y Billie Holliday.

Sencillo y directo, el sueco ha colmado su primer largo con deliciosas letras de gran carga poética -no son poesías, no confundamos-, como en The Blizzard's Never Seen the Desserts Sands y Where Do My Bluebirds Fly?; y ciertos toques de humor negro, deslumbrantes en The Gardener.

Ritmos briosos
El haber girado por Estados Unidos con Bon Iver no define el estilo de The Tallest Man on Earth. No se deja llevar por la languidez del estadounidense, compartida por los nuevos folkies. La desgana duerme en otro cuarto. Matsson pone al servicio de sus composiciones ritmos briosos, con nervio. No hace rock, pero hay mucha fuerza en los arpegios y punteos de su guitarra. Quizá haya más newtons en Shallow Graces que en muchas de las bandas de la nueva hornada del rock.

Sin duda que ser el hombre más alto del mundo ha ayudado a Mattson. Desde esa atalaya ha oteado el pasado, el de los orfebres y los artesanos musicales, para vislumbrar una pequeña joya sin artificios, de producción escueta y ejecución precisa. Pocas veces la desnudez resulta tan confortable y hermosa. Larga vida a este rubio hijo de Dylan.

sábado, 13 de junio de 2009

Defínalo usted

No cantaba, Marvin Gaye hacía otra cosa, algo distinto. Hace 25 años su propio padre lo asesinó de un tiro tras una discusión. Gaye ya estaba consumido por la cocaina y una terrible depresión. Su chispa parecía evaporarse, mientras florecía la paranoia en su cabeza. A punto de cumplir 45 años y se había convertido en su propia sombra.

Lo del príncipe del soul era otra cosa. What's going on? lo demuestra. Su obra cumbre lo aúpa a un olimpo en el que descansan sólo los más selectos. Sí, los más selectos, los mejores.

Poética, onírica, sensual, elegante, sublime, absorbente, revolucionaria, evocativa, así suena la música de Gaye. No cantaba, era algo distinto. Que cada uno decida qué.

sábado, 6 de junio de 2009

Baila, baila, que algo queda

Hay discos que bien valen un sencillo, un par de ellos o tres. Hay bandas que tienen el secreto del baile y logran que sus largos sean un sinfín de movimientos que brotan del cuello, los hombros y la cadera de manera involuntaria. Que el contoneo sea acompasado o desacompasado, queda al gusto del consumidor. Los escoceses Bricolage han logrado componer un primer álbum que se ajusta a estas dos premisas: buenos temas -en un mundo sin maldad ni radiofórmulas serían un éxito- y bailables/saltables. Muy bailables/saltables.

El cuarteto de Glasgow, formado en 2005, editó su primer single en el año 2006: Footsteps, la mejor pieza del álbum. Durante los siguiente dos años publicaron un par de sencillos más y grabaron este debut, de título homónimo y producido por Stephen Lironi, miembro de la banda escocesa de new wave Altered Images.

Que Lironi se haya encargado de la producción parece lógico. Bricolage pertenece a ese movimiento que desde hace tiempo recupera, con mejor o peor resultado, el sonido de la nueva ola. A diferencia de otros grupos -y a la espera de ver qué derroteros toman-, su música resulta muy próxima a bandas como Orange Juice, The The, The Photos y Josef K.

La propuesta de los escoceses es clara: bailemos. Pop puramente británico, ese que sólo ellos conocen la fórmula, como si fuese el secreto de la Coca Cola.

Se entra en el disco con facilidad, casi sin darse cuenta, y se lleva, desde el primer tema, el ritmo con los pies gracias a las afiladas guitarras, la batería y los extraordinarios juegos de voces (sublimes en temas como Turn You Over o Lootus Takes the Wating Out of Wanting). Un par de escollos: dos lentas que incomodan.

Cuando hay bandas obsesionadas con la evolución y la modernidad que perpetran aburrísimos discos vacuos -¿alguien ha dicho The Killers?-, cabe preguntarse: ¿en serio eso es la evolución? Al carajo con ella. Dame singles y llámame tonto.

Footsteps