lunes, 6 de julio de 2009

Al recibo de la presente

Los carteros no solo dejan correspondencia en los buzones, también la reciben. El efímero dúo de pop electrónico The Postal Service envió en 2003 un interesante paquete certificado, Give Up. Pese a su buen recibimiento, aquel álbum nunca tuvo continuidad en un nuevo largo -de momento-. Aún así, algunos músicos sí firmaron el acuse de recibo de aquella carta y aportaron sus relecturas de un dos de los temas de Ben Gibbard y Jimmy Tamborello.

Such Great Heights

The Postal Service:




Iron & Wine:



Ben Folds:



We Will Become Silhouettes

The Postal Service:



The Shins:




Y hablando de acuses de recibo, de versiones y aversiones: pinche aquí.

martes, 23 de junio de 2009

Altofolk

El hombre más alto del mundo -eso dice él- compuso uno de los discos más interesantes del año 2008. El sueco Kristian Matsson, con su banjo y la guitarra, propone en su debut Shallow Graves una buena sacudida de folk y tradición estadounidense, bien cargada de heno, sombreros de paja, tabaco de mascar y un porche en una granja.

The Tallest Man on Earth, de voz grave y desgarrada, presenta once canciones engendradas bajo el influjo de los cantautores estadounidenses. Sí, para qué ocultarlo: hay Dylan, hay mucho Dylan. Pero también se asoman muchos clásicos del primer blues, aquel que se componía en el delta del Mississippi y en Chicago, el de los brillantes Son House, Booker T. White, y M. Fred McDowell. El propio Matsson nombra a la Velvet Underground, aunque su rastro es difícil de seguir en este disco; a Nick Drake y Billie Holliday.

Sencillo y directo, el sueco ha colmado su primer largo con deliciosas letras de gran carga poética -no son poesías, no confundamos-, como en The Blizzard's Never Seen the Desserts Sands y Where Do My Bluebirds Fly?; y ciertos toques de humor negro, deslumbrantes en The Gardener.

Ritmos briosos
El haber girado por Estados Unidos con Bon Iver no define el estilo de The Tallest Man on Earth. No se deja llevar por la languidez del estadounidense, compartida por los nuevos folkies. La desgana duerme en otro cuarto. Matsson pone al servicio de sus composiciones ritmos briosos, con nervio. No hace rock, pero hay mucha fuerza en los arpegios y punteos de su guitarra. Quizá haya más newtons en Shallow Graces que en muchas de las bandas de la nueva hornada del rock.

Sin duda que ser el hombre más alto del mundo ha ayudado a Mattson. Desde esa atalaya ha oteado el pasado, el de los orfebres y los artesanos musicales, para vislumbrar una pequeña joya sin artificios, de producción escueta y ejecución precisa. Pocas veces la desnudez resulta tan confortable y hermosa. Larga vida a este rubio hijo de Dylan.

sábado, 13 de junio de 2009

Defínalo usted

No cantaba, Marvin Gaye hacía otra cosa, algo distinto. Hace 25 años su propio padre lo asesinó de un tiro tras una discusión. Gaye ya estaba consumido por la cocaina y una terrible depresión. Su chispa parecía evaporarse, mientras florecía la paranoia en su cabeza. A punto de cumplir 45 años y se había convertido en su propia sombra.

Lo del príncipe del soul era otra cosa. What's going on? lo demuestra. Su obra cumbre lo aúpa a un olimpo en el que descansan sólo los más selectos. Sí, los más selectos, los mejores.

Poética, onírica, sensual, elegante, sublime, absorbente, revolucionaria, evocativa, así suena la música de Gaye. No cantaba, era algo distinto. Que cada uno decida qué.

sábado, 6 de junio de 2009

Baila, baila, que algo queda

Hay discos que bien valen un sencillo, un par de ellos o tres. Hay bandas que tienen el secreto del baile y logran que sus largos sean un sinfín de movimientos que brotan del cuello, los hombros y la cadera de manera involuntaria. Que el contoneo sea acompasado o desacompasado, queda al gusto del consumidor. Los escoceses Bricolage han logrado componer un primer álbum que se ajusta a estas dos premisas: buenos temas -en un mundo sin maldad ni radiofórmulas serían un éxito- y bailables/saltables. Muy bailables/saltables.

El cuarteto de Glasgow, formado en 2005, editó su primer single en el año 2006: Footsteps, la mejor pieza del álbum. Durante los siguiente dos años publicaron un par de sencillos más y grabaron este debut, de título homónimo y producido por Stephen Lironi, miembro de la banda escocesa de new wave Altered Images.

Que Lironi se haya encargado de la producción parece lógico. Bricolage pertenece a ese movimiento que desde hace tiempo recupera, con mejor o peor resultado, el sonido de la nueva ola. A diferencia de otros grupos -y a la espera de ver qué derroteros toman-, su música resulta muy próxima a bandas como Orange Juice, The The, The Photos y Josef K.

La propuesta de los escoceses es clara: bailemos. Pop puramente británico, ese que sólo ellos conocen la fórmula, como si fuese el secreto de la Coca Cola.

Se entra en el disco con facilidad, casi sin darse cuenta, y se lleva, desde el primer tema, el ritmo con los pies gracias a las afiladas guitarras, la batería y los extraordinarios juegos de voces (sublimes en temas como Turn You Over o Lootus Takes the Wating Out of Wanting). Un par de escollos: dos lentas que incomodan.

Cuando hay bandas obsesionadas con la evolución y la modernidad que perpetran aburrísimos discos vacuos -¿alguien ha dicho The Killers?-, cabe preguntarse: ¿en serio eso es la evolución? Al carajo con ella. Dame singles y llámame tonto.

Footsteps

domingo, 31 de mayo de 2009

ABC, un, dos, tres, sota, caballo y rey

Telekinesis es (y si no lo es, debería serlo) uno de los grupos revelación de este año, al que aún le restan meses. Su álbum de debut, Telekinesis!, forma parte del catálogo del sello Merge, lo que equivale a 20 años de calidad. La discográfica del líder de los carismáticos Superchunk, Mac McCoughan, ha fichado a este grupo, asentado en Seattle -tras el que se esconde el compositor y multiinstrumentista, batería y cantante en directo, Michael Benjamin Lerner-, para ofrecer un disco acertado, directo, vibrante y brillante. Pop-rock con aroma a indie americano de los 90 y a The Shins y Death Cab for Cutie -Chris Walla lo produjo y se nota-.

Entre los once temas de guitarra -vieja escuela- se esconden varios éxitos 'a la primera' (Coast of Carolina y Great Lakes). En posteriores escuchas, además, se descubren pequeños joyas sin alharacas. Ningún tema alcanza los cuatro minutos, no hay transgresión ni extrañas estructuras. Como el sujeto verbo y predicado, repiten el verso estribillo verso estribillo. En este negocio no hace falta más.

La gran canción de Telekinesis es Tokio, un tema pegajoso que engancha a la primera y obliga escucharlo hasta la extenuanción. Puro disfrute guitarrero que sirve de cebo para adentrarse, sin darse cuenta, en está exaltación del sota, caballo y rey.

viernes, 15 de mayo de 2009

Hola, ¿cómo estás?

Johnston, inclasificable. Casi treinta años publicando temas que graba en su casa. Lo-fi. Un artista, un tipo enfermo. No es una imagen, está diagnosticado. Daniel Johnston sufré un desorden psiquiátrico. ¿Cambiaría su música si no fuese así? No lo sabemos y tampoco importa. Desde su primera grabación en el año 1981, una cinta con una portada ilustrada por su propia letra, se ha hecho un pequeño hueco en la música independiente y underground -he aquí lo nuclear-. Autopromoción, boca a oído, pasión y un universo alejado de todo.

En los noventa, Cobain le reivindicaba. Groenning también le rinde culto. Los demás saltan al carro atrapados por esa mezcla de surrealismo, inocencia infantil y crudeza sin ambages que desprende este músico y artista gráfico. Muchos grupos han decidido versionarle: Television Personalities, Beck, Tom Waits, Sparklehorse con los Flaming Lips y M. Ward, entre otros.

Amante confeso de los Beatles, los cómics y el Capitán América incluyó en su primera casete, Songs of Pain, una preciosa canción de desamor: Grievances. No hay tópicos. El concepto emotividad se desliza entre parámetros extraños. "Si no puedo ser tu amante, seré una peste", advierte a la afortunada, a la que había saludado con un sutil, "Hola, ¿cómo estás?". Toda comienza con una tos y un par de soplidos en el micrófono.

El tejano es una isla, tintineante, extraña y amarga, en el mundo de la música. No persigue tendencias, ni la pulcritud técnica o el virtuosismo, tampoco las ventas; pero ya ha alcanzado su trono. Probablemente a él le da igual. Simplemente, siguió el consejo que el bibliotecario le da en esta canción: "You can't buy no respect".

jueves, 7 de mayo de 2009

Peluda lisergia

Irreverencia. 16 años de experimentación. 16 años de pop, power pop, electro pop, rock progresivo, electrónica y demás creaciones de laboratorio. 16 años con el nombre más tierno de la escena independiente británica: Super Furry Animals (SFA). Los animales súper peludos (o peludísimos). Apelativo tan estrambótico como las horrorosas portadas de sus discos. Los galeses han engendrado en este tiempo algunas de las mejores melodías de la última década. Beach Boys de los buenos, aunque no en la California iridiscente de los Wilson. Las han agitado y golpeado con todo aquello que han descubierto en el camino. Peludos y excéntricos. Syd Barret se enorgullecería de ellos.

La primera referencia discográfica de este cuarteto data de 1994, Dim Brys: Din Chwys. Desde entonces han grabado nueve discos, el primero Fuzzy Logic, el último Dark Days/Light Years. Una curiosidad, tienen a gala contar con uno de los títulos más largos de la historia de la música: Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch (In Space), un EP cantado en gaélico que homenajeaba al pueblo galés de impronunciable e infinito nombre. Entró en el Guiness.

Otras ligas
En sus comienzos se les emparentó con toda la plebe del Brit-pop. Esa no era su liga. Ellos jugaban a otra cosa. Sí, sus armonías vocales podían hermanarse con Teenage Fanclub, hubo quien, incluso, encontró cierto olor a Oasis. Pero aquello no era para SFA. Tampoco se podían comparar a sus coetáneos galeses Gorky's Zygotic Mynci o Catatonia. En el mundo de los SFA reina (pero no gobierna) la lisergia, como ocurría con los brillantes Beta Band.

El quinto galés ha logrado delimitar sus propias reglas dentro de cada álbum. Podrían plantarse junto al reprodutor de música y aclarar antes de empezar a escuchar el disco: "Hola, somos los SFA y nosotros marcamos el terreno. Si quieres venir a jugar, acepta que lo que haya al otro lado ya no importa. Estás en nuestra cancha. Nosotros sacamos y elegimos campo. Tú, juegas con uno menos". Pero esta desventaja es aparente. Sus canciones rebosan tradición, que engarzan con fragmentos que alteran la estructura tradicional del pop-rock. La escucha se altera, pero no resulta amenzante. Nadie podría tener miedo de un tierno animal peludo.

[Todo esto debería haber comenzado con una disculpa. Sirvan estas canciones como pago por la ausencia. Dejemos los reproches a un lado y volvamos al punto de partida. Hablemos de música]