jueves, 13 de diciembre de 2007

Las botas de un muerto

Hay canciones que son rayos, caen sobre nosotros para hacernos ceniza. Mark Eitzel, cejijunto y feo líder de American Music Club, tiene la capacidad innata de provocar temblores entre quienes le escuchan. No es un profeta, sobran en el mundo de la música, pero sus palabras pesan tanto como las botas de un muerto.

"Ladies and gentlemen it's time
the bartender is looking you right in the eye,
says I’m going to replace all that weak blood with my wine
if you can’t live with the truth go ahead try and live
with a lie"

Ladies and gentlemen

American paella

¿Qué decir de un tipo que abandona sus Estados Unidos natal para irse a vivir a Valencia? Pues como mínimo, que le gusta la paella. Si, además, se llama Josh Rouse, podemos decir que es un músico genial. Rouse pertenece a la categoría de personas que caen simpáticas. Es un músico cuyo sonido agrada y que compone con un estilo propio, pero que puede ser escuchado por todo tipo de público. ¿Más por menos? Imposible.

Rouse, originario de Nebraska, pasó su adolescencia obsesionado por grupos británicos como los Smiths y The Cure. De aquellos años dedicados a la música inglesa le quedan pocas cosas, al menos que se reflejen en sus composiciones.


Las creaciones Rouse son claramente englobables dentro de la etiqueta pop. Todos los apellidos que se quieran poner después corren a cuenta del consumidor. Es cierto que no podría descuidarse el gusto del norteamericano por la música de raíces, como el folk o el country, que tienen especial reflejo en algunas de sus canciones. Aunque, al igual que los grandes músicos, no tiene miedo a los géneros. Tal es así que en su nuevo larga duración, 'Country mouse, city house', se atreve a dar a algunas canciones un toque soulero y aventurarse por los difíciles, y en ocasiones poco agradecidos, senderos del jazz.

Desde 1998
Desde que comenzó su carrera en 1998, este compositor ha publicado ocho grabaciones bajo su nombre. Además, se atrevió a grabar un ep de cinco canciones a dúo con su novia y cantante -española- Paz Suay. El nombre bajo el que se escondió ras no podía ser más obvio: 'She is Spanish, I'm American'.

Este yanqui en la corte de la naranja ha logrado crear una colección de canciones que merecen el apelativo de deliciosas. Aunque el adjetivo resulte empalagoso hasta en su pronunciación, lo cierto es que define perfectamente la música de este hombre llegado del medioeste americano.

Con un sonido clásico, sin grandes innovaciones, Rouse ha creado un estilo propio, aunque no alcanza la categoría de universo personal. En su reserva natural de sonidos, el compositor de Nebraska se mueve entre los Beatles, los Replacements y Big Star con una facilidad pasmosa. Una vez más la apuesta por la sencillez es una apuesta segura.

'Winter in the hamptons'


'Hollywood bass player'


martes, 4 de diciembre de 2007

Llámenme Pi, a secas

Alguien podría escribir una tesis sobre la evolución de los nombres de grupos en cada década y corriente musical. Sería interesante. Hasta que esto ocurra habrá que conformarse con intuir que en los últimos años lo que se lleva son los nombre largos, larguísimos. En la música patria existen bandas como La Oreja de Van Gogh, El canto del loco, La quinta estación y El sueño de Morfeo. Nombres que esconden propuestas musicales escasas y cortas, al menos de talento. En el ámbito internacional, tampoco se quedan a la zaga -en lo prolongado de los apelativos-: I love you but I've choosen the darkness, Godspeed you! Black Emperor, She wants revenge, o I got you on a tape.

Estos daneses de rocambolesco apodo -'te tuve en una cinta'- facturan un rock sosegado y con ligeros toques oníricos. Su primer disco, de título homónimo, entra por los oídos con facilidad, aunque no es un disco de fácil escucha. El grupo ofrece estructuras pop, lo que provoca una digestión ligera, pero requiere más de una escucha, y más de tres, para darse cuenta de todo lo que esconde y acostumbrarse a una voz particular y marciana.

Y tan marciana, porque en ocasiones este grupo recuerda a un Bowie pausado, sin lentejuelas ni arañas de Marte, como en los años 70. Una voz grave y rugosa que en otros momentos invita a pensar en uno de los grandes de la música popular: Nick Cave, por supuesto, salvando la distancias entre estos noveles escandinavos y el crooner australiano. Ellos en su bestiario personal nombran a bandas como Blur, Pavement o Brian Eno. Quizás se olvidan de otro nombre, Interpol.

I got you on a tape suenan en ocasiones con ciertos toques americanos, aunque hay que reconocerles que la mayoría del tiempo suenan a ellos mismo. Guitarras entrecortadas, nunca estridentes aunque si afiladas, coros vocales siempre en muy segundo plano y toques de órgano.
Pero la historia siempre pesa. Parte de este quinteto llegado del frío se inició en el mundo del jazz, lo que tiene su eco en las canciones del primer álbum, especialmente en las cuidadas líneas de bajo.

Este grupo, aunque con un sonido más bien cristalino, se adentra en ocasiones en terrenos que parecen evocar pesadillas nocturnas de infancia, con repetitivos estribillos de guitarra que evocan el sonido de las cajas de música.

Quizás la clave de este grupo resida en su destreza para desmembrar las estructuras tradicionales del pop y sacar de los restos canciones de esas que suenan a muchos grupos, pero que no suenan a ninguno.

Doctor watching

martes, 13 de noviembre de 2007

Vivir sin electricidad

Cuando la industria discográfica impone a los artistas sacar discos como churros, se agradece que haya músicos que no se obsesionen con publicar de manera sistemática cada año. El sueco, de padre argentino, José González pertenece a esa clase de músicos que prefiere dejar que el tiempo repose entre disco y disco. Su primer álbum, Veerner se publicó en el año 2000, su segundo disco -In our nature- fue publicado el pasado mes de septiembre.

Veerner fue el primer encuentro de González con el negocio discográfico. El sueco se enfrenta a su música sólo con una guitarra acústica, la electricidad no existe en su universo. Su principal arma son los arpegios y acordes armónicos, además de una voz grave, íntima y muy personal.

Este disco logró cierto reconocimiento fuera del circuito de la música independiente. Fue gracias a un anuncio de Sony Bravia en el que se podían ver miles de pelotas de colores que caían por una cuesta. Aunque Heartbeats, que así se llama la canción, fue compuesta en realidad por los también suecos The Knife, que la incluyeron en su disco I found the knife. Sus compatriotas sustituían las guitarras por la electrónica y la voz calmada de González por la vibrante voz de su cantante.

Influencias diversas
Al escuchar la música de este bioquímico vienen algunos nombres a la cabeza: Leonard Cohen, Elliot Smith y Nick Drake. Pero González, al hablar de sus preferencias, incluye un listado de artistas cuando menos sorprendente: el malogrado Chet Baker, la Nueva Trova Cubana, Will Oldham, los primeros discos de Silvio Rodríguez, la música brasileña, Fela Kuti y los imprescindibles Jason Molina y Tortoise. Con todos estos nombres se puede intuir que hablamos de un artista al margen de tendencias con una mente abierta y encandilado por las propuestas de músicos con una muy particular forma de entender el mundo. Un iconoclasta.

Ahora, José González vuelve a la carga con In our nature. Como muchos músicos, este creador ha querido mantener el estilo sencillo que caracterizó su primer larga duración. Esto es lógico. González ha conseguido algo que pocos novatos pueden alcanzar: un universo sonoro propio que permite reconocerle a la primera escucha. Su pop personal, serio e introspectivo, tiene un sello que le hace inconfundible.

En esta ocasión a su particular sonido de guitarra, de dotes hipnóticas, ha sumado dos compañeros de viaje en algunas de las canciones: Eric bodin a las percusiones y Yukimi Nagamo, que hace algunos coros. Por lo demás, lo mismo: letras repletas de simbolismo y una proceso de grabación sencillo y casero.

Una curiosidad: José González ha incluido en sus discografía varias versiones. Se atrevió con la electrónica en la mencionada Heartbeats, le hincó el diente a un himno generacional del post-punk: Love will tear us apart y, en In our nature, ha incluido una sorprende visión de Teardrop, de Massive attack. Una preciosa relectura del este clásico actual.

Tras vender más de 700.000 discos -cifra nada despreciable- con su primer álbum, un diario británico dijo: "En un mundo de clones musicales, el sueco es un original y emocionante nuevo talento". Es difícil ser más acertado.








Killing for love

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Ni Simon, ni Garfunkel

Kings of convenience son una especie de Simon y Garfunkel noruegos. Son bucólicos, más que cantar, susurran y, ante todo, es un grupo que rezuma elegancia. Ah, y como buenos nórdicos tienen pintas de sosos. Su andadura musical como dúo comenzó en el año 2000, con la publicación de un disco homónimo. Este álbum fue reeditado bajo otro título, Quiet is the new loud, en el que se incluyeron nuevas canciones y desaparecieron otras. Cuatro años más tarde, en 2004, publicaron su segundo larga duración: Riot on an empty street, un ejercicio de minucioso pop. Desde entonces Erik y Erlend se han dedicado a sus proyectos en solitario. ¿La posibilidad de un nuevo disco juntos? Ellos no lo descartan. Cuando se les pregunta la respuesta es quizás.

El sonido de los nórdicos es sencillo. Combinan las guitarras acústicas, repletas de arpegios y ritmos pausados. Hay algún acompañamiento de piano, quizás alguna percusión -escasa, muy escasa- y algún viento. Siempre lo justo. King of convenience lucha contra el barroco. Eso sí, son amantes incondicionales de los juegos de voces.
Con estos datos las influencias del grupo, Paul Simon y Art Garfunkel a parte, podrían ser: Nick Drake, Belle and Sebastián y la bossa nova brasileña, con la que salpican su música.

Los discos de los noruegos se han envasado dentro del llamado nuevo movimiento acústico. Las etiquetas, siempre equivocadas, les han hermanado con gente como Badly drawn boy, Starsailor, Turin Brakes y José González. Aunque dentro de la locura que acompaña a las modas y los estereotipos, el mayor despropósito es el de aquellos que incluyeron a los Kings of convenience junto a Coldplay, alejados cada vez más de cualquier similitud con lo acústico y cada día más próximos a los benefactores de todas las causas justas U2.


El sonido sobrio del dúo cuenta con letras a la par. Historias inocentes breves. No son letristas desgarrados, como Tom Waits o Nick Cave, simplemente recogen pequeñas escenas.


La canción I’d rather dance with you se convirtió en el momento más brillante del grupo. Para los seguidores del grupo otorgaron a esta canción la categoría de himno pop, con un vídeo que fue elegido mejor vídeo del año 2004 por la MTV, lo cuál tampoco quiere decir mucho, por que ya lo decía Beck en su primera grabación: MTV makes me want to smoke crack. Aunque incluso en la televisión musical por excelencia hay excepciones.




jueves, 25 de octubre de 2007

A vueltas con Mark

Mark Kozelek sigue presente. Es una especie de espíritu latente en este espacio musical. Latente porque está en la cabeza del que escribe, con su deseo, en los últimos días casi incontrolable, de subir más canciones del songwritter -es necesario otro término que no sea cantautor- de Ohio. Si en entradas anteriores su proyecto Red House Painters era el que centraba la atención del blog, en esta ocasión es su actual disfraz: Sun Kil Moon.

Kozelek repite la fórmula: canciones acústicas, con un tono melancólico y letras tristes. Pequeños cambios, guitarras más limpias y un sonido que le aproxima a otro de los grandes de la música actual: Jason Molina, líder de bandas como Songs:Ohia y Magnolia Electric Co. Este parentesco también le hace formar parte de la familia de Neil Young -grande, dos veces grande- en sus discos más reposados. Un sonido más pop, folkie en ocasiones, alejado de la experimentación, aunque con alguna concesión al rock duro y toques de psicodelia, canción de diez y muchos minutos incluida.. El disco propio de un cuenta cuentos.

Fascinación por los boxeadores
Su primer álbum, Ghosts of the Great Highway, fue el primer contacto del nuevo grupo de Kozelek con este nuevo sonido, algo que ya se vislumbraba en sus discos en solitario. Su primogénito disco como Sun Kil Moon recoge todo un muestrario de historias curiosas, en las que destacan las canciones en las que el músico muestra su pasión por los púgiles. Salvador Sánchez, Duk Koo Kim y Pancho Villa -no el revolucionario- asoman la cabeza en el imaginario del músico de Ohio.

Pero la gran joya del disco es Carry Me, Ohio, un paseo por una historia de amores perdidos -"Toda la literatura habla del amor y de la muerte", quizás la música también-, vistos desde la distancia, aquellos que se anhelan y se desean recuperar, aunque se sepa imposible.

Kozelek desgrana en Carry Me, Ohio sus mejores trucos. Melodía adictiva con ese toque de tristeza que siempre deja un buen regusto en el comienzo de la garganta, un toque intimista y la elegancia de lo sencillo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Tacos y hamburguesas

Mexicali y Calexico son dos ciudades fronterizas: Baja California y California, Estados Unidos y México. Pero Calexico también es un grupo cuya música se pasea por la estrecha franja que marca la tierra de nadie y huele a tacos y a hamburguesas. Oriundos de Tucson (Arizona), John Convertino -ritmo- y Joey Burns -voz y guitarra- muestran en sus canciones la pasión que sienten por la música de la costa Oeste americana de los sesenta, el country, las bandas mexicanas norteñas y los mariachis.

Su disco Feast of wire asentó los posos de su discografía. Es una especie de grandes éxitos en el que aúnan todos los elementos que les han convertido en un grupo más que interesante y recomendable. Su fuerte, las canciones melancólicas que hablan de la frontera, que suenan a botas de vaquero con espuelas, a fantasmas muertos en las minas de oro, a sombrero charro y a una bola de heno que recorre una ciudad desierta y polvorienta con un salón. El whisky se bebe solo y el agua es para las mulas.

La música del grupo de Arizona es amiga de las guitarras slide y de las trompetas, con claros toques mariachis, pero no dudan en utilizar acordeones, como el increíble tema que abre el disco, Suken Waltz.

Medios tiempos, jazz y pop
Feast of wire
está repleto de ecos de Morricone y Rota (Close behind y Whipping the horse's eye), especialmente en las canciones instrumentales, y se mueve entre los medios tiempos de aire latinos y los ritmos marcianos de Crumble y Attack El Robot! Attack!, dos ejercicios de jazz enérgico y, en el caso de la segunda canción, marciano. Por supuesto, este álbum también tiene espacio para melodías de meridiano pop, como Not even Stevie Nicks.

Pero Calexico, y especialmente Feast of wire, no son un grupo de científicos experimentales. Excepto en su "discografía paralela" -Rockdelux dixit-, Aerocalexico y Travelall, su lugar no es el laboratorio. Se manejan con total soltura en las historias del otro lado, cantadas por gringos con guitarras españolas, acompañados de músicos procedentes del país vecino. Su género es el western, quizás el spaguetti western.

Calexico siempre ha sabido elegir buenos compañeros de viaje: amigos de Giant Sand, Friends of Dean Martinez, Neko Case y Iron & Wine, con quien grabaron un interesante ep. Todos estos grupos se han convertido en una especie de microuniverso sonoro. Quizás el sol sea Calexico, a pesar de que en sy último disco, Garden Ruin, se han alejado de su propia órbita para dejarse caer en parajes más cercanos al folk y el pop.

Este dúo son a la música lo que el tex mex a la comida. No son puros, son mestizos. Aunque, por completar la comparación, lo que hacen quizás sea el mejor tex mex de Estados Unidos. Cocina de autor en la que Feast of wire es su mejor menú.







martes, 16 de octubre de 2007

Bristol 88, el experimento

Massive attack es un trío formado en la ciudad portuaria de Bristol a finales de los años ochenta. Un dibujante de graffitis y rapero, 3d, conoció en 1988 a Daddy G y Mushroom, miembros del colectivo artístico The Wild Bunch, con los que decide poner en marcha esta aventura musical en la que la experimentación es fuerza motriz.

El sonido de los de Bristol se convirtió en un referente para una nueva corriente musical conocida como trip-hop, de la que, por supuesto, el grupo siempre deseo desmarcarse.

El trip-hop era una mezcla de música hip-hop, jazz, soul, toques de rock y dub jamaicano. Durante los años noventa muchas bandas y cantantes se sumaron a esta tendencia (Tricky, Portishead, Morcheeba), aunque quizás la más conocida haya sido la extravagante cantante islandesa Bjork.

El primer disco de Massive attack se publicó en 1991, bajo el título Blue lines. Éste fue el inicio de una importante carrera musical que les ha llevado componer seis discos de estudio, uno de ellos la banda sonora de Danny the dog, una película escrita por Luc Besson.

Su mayor logro comercial lo alcanzaron con el disco 100th Windows, en el que sólo participó 3d y que entró directamente en la lista de los más vendidos del Reino Unido.
Sin embargo, el disco que más aplausos ha recibido de la crítica fue Mezzanine, publicado en el año 1998. En este álbum, el grupo, siempre amigo de la electrónica, apuestan por las guitarras eléctricas y el rock más oscuro.

Antibelicismo
Massive attack no sólo es un grupo de música. Siempre han mantenido una postura abiertamente enfrentada a los conflictos bélicos. Durante la guerra del golfo los de Bristol se vieron obligados a acortar su nombre a Massive. El líder de la banda, 3d, siempre se ha arrepentido de aquella decisión impuesta por la discográfica.

Durante su gira europea del año 2004, el grupo acompañaba sus directos con pantallas gigantes en las que aparecían los nombres de todos los menores de edad fallecidos durante la guerra de Irak. Nombres que acompañaban de la edad.

Aunque, en el fondo todo, esto no dejará de ser un detalle en el anecdotario de la historia de la música contemporánea. Massive attack formará parte del diccionario de la música como uno de los grupos más innovadores de los noventa, que además se ha permitido el lujo de trabajar con gente como Neneh Cherry, Elizabeth Fraser -cantante de Cocteau Twins-, Tracey Thorn, de Everything but the girl; la inefable Sinead O’connor, y el histórico cantante de reagge Horace Andy.

Pero no sólo ellos han buscado la ayuda de importantes músicos. Artistas como Madonna, David Bowie o los irlandeses U2 han solicitado los servicios de los de bristol. Por algo será.





miércoles, 3 de octubre de 2007

Un hombre sencillo

Leonard Cohen es el poeta, al menos esta era su profesión antes de dedicarse a la música. Sus canciones han sido asaltadas por músicos del más diverso pelaje: Johnny Cash, Bob Dylan, Rufus Wainwright, Klezmer Conservatory Band, Nick Cave, Enrique Morente con Lagartija Nick -versión imprescindible-, e, incluso, la ínclita Ana Belén. Pero quizás de todas la interpretaciones que se han hecho de las canciones del canadiense, la mejor sea la de uno de los niños terribles de los años noventa: Jeff Buckley.

Buckley, hijo del genial Tim Buckley, sufrió la misma suerte que su padre: una muerte temprana. A pesar de desaparecer con apenas 30 años, el músico californiano dejó dos discos repletos de algunas de las canciones más intensas del rock. Después, como suele ocurrir en estos casos, se han publicado directos y todo aquello que había dejado grabado el mistery white boy.

En el primer disco que publicó Buckley en 1994 (Grace), incluyó una versión del Hallelujah de Cohen. Un tributo en seis minutos en los que el músico de Orange County exhibe esa voz tan personal que encandilaría a Thom Yorke, cantante de Radiohead, en sus inicios.

La versión desnuda de Jeff Buckley, su voz es sólo acompañada de su guitarra, es un ejercicio de enrevesada sencillez. Es difícil encontrar a alguien que con tan poco barro pueda fabricar tan gran vasija. Buckley convierte este salmo -repleto de alusiones bíblicas, que tanto gustan a Cohen- en una oración laica.

Es difícil saber cuál era la intención del músico californiano cuando grabó esta canción -todo un reto-, aunque seguramente sería tan sencilla como desmontar los principios de la física cuántica. Casi lo logra.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

El gran dinosaurio

Booker T. White pertenece a una especie superior en la fauna de la música: los legendarios blues men de Mississipi. Son como los dinosaurios: se extinguieron hace tiempo y aunque aún quedan descendientes que rondan por la tierra, ya nada es lo mismo. White forma parte de una leyenda, incrementada por los campos de algodón y la segregación social: la de aquellos músicos que no necesitaban más que una guitarra y una pajarita de lazo en su cuello para edificar los pilares de la música moderna.

Al igual que el resto de los músicos del blues más primitivo, White osciló entre este género y el gospel. Música con raíces africanas, que cantaba las historias de la esclavitud, la espiritualidad y recuperaba viejas baladas irlandesas e inglesas. Las letras, en muchas ocasiones meros mantras, eran recitados más que cantados. La voz se convertía en una salmodia que declamaba, casi relataba una historia.

Aunque comenzó tocando el piano, el músico de Mississippi dominó la guitarra, concretamente la dobro -una guitarra con potente resonancia y, en su momento, muy económica de fabricar-. Su técnica es la de un virtuoso, reorre el mástil de la guitarra de manera alocada y domina la técnica del slide, que obliga a utilizar una afinación especial.

El nombre de los grandes músicos de blues de principios de siglo XX no son referencias habituales en el día a día de la música. Artistas como Son House, Booker White, Blind Willie Johnson y Fred McDowell puede que no hayan dejado los más hermosos discos para la historia de la música, lo más sutiles o los más cuidados, pero han dejado la materia prima para todo lo que hoy se conoce: el rock, el pop, el bluegrass, el soul, el hip hop...

¿Qué hubiera sido de la música sin Mississippi o sin Chicago -probablemente las cunas del blues-? Quizás el reaggeton dominaría el mundo, o Luis Cobos, o los cantautores. No creo que pudiese haber nada peor.

Para escuchar:

Aberdeen Mississipi Blues

domingo, 16 de septiembre de 2007

Más veloz que el paso de los días

Si la melancolía puede ser un lugar habitable, Mark Kozelek cuenta con una suite permanente en ella. El cantante de Red House Painters y Sun Kil Moon es uno de esos seres iluminados capaces de crear bellas canciones, repletas de tristeza y brillantes por su aparente sencillez. Kozelek es un hombre del medio oeste americano, ese lugar donde dicen que sólo la nada es más veloz el paso de los días.

La música de Red House Painters, grupo con el que Kozelek se dio a conocer y probablemente uno de lo mejores grupos de los años 90, se alimenta del sonido de gente como Neil Young, Nick Drake y los legendarios American Music Club. Quizás habría que añadir otros dos nombres a este listado: John Denver y AC/DC, a los que Mark Kozelek ha versionado en múltiples ocasiones.

Red house painters se formaron en el año 1989 en San Francisco y grabaron su último disco en 1998, aunque se publicó en el año 2001. Durante nueve años el grupo facturó un sonido que se encasilló dentro del llamado slowcore (etiquetas, siempre etiquetas). En realidad, la música del quinteto no era más que un rock lento y acústico con canciones largas y descargas de intensidad entre el el sosiego de los arpegios. Pero Kozelek no es un compositor timorato y se atrevió, incluso, a juguetear con el jazz en el que probablemente es el mejor disco del grupo: Ocean beach, álbum en el que se demuestra que los buenos creadores no tienen registros, simplemente hornean buenas canciones.

Pero en el caso de Red House Painters y Sun Kil Moon, hablar sólo de la música es ovidarse de echarle la sal al plato. La letras de Kozelek hablan de amores perdidos, de recuerdos que se recobran, del frío de la ausencia, de la belleza y, en ocasiones la infancia. El compositor del medio oeste es un songwritter, pero, como se ya se ha comentado en otras ocasiones, este concepto no tiene nada que ver con el cantautor latino. Kozelek compone para un grupo, compone de manera global, no para actuar con su guitarra sobre un escenario. Tampoco reivindica nada, no hay crítica social. Simplemente cuenta, comparte, recuerda.

La música del compositor estadounidense es una caja de sorpresas. Hay que meter la mano en ella, con los ojos cerrados, pero sin miedo. El propio Kozelek podría afirmar que aunque lo que se encuentra a veces pueda resultar amargo, siempre se disfruta.

lunes, 20 de agosto de 2007

Nuevos caminos

Desde que Interpol publicó en 2002 su primer álbum, Turn on the bright lights, su nombre se sumó, con sorprendente celeridad y ayudados por los medios especializados, a la lista de grandes bandas. Bajo la sombra del temible epíteto de hype y con la crítica constante de tener un sonido demasiado parecido al de Joy Division, los neoyorquinos han logrado imponerse a las suspicacias gracias a buenas canciones y un directo arrollador.

Con su tercer disco recién editado, Our love to admire, el cuarteto evoluciona en su sonido, ahora más reflexivo e hipnótico. Abandonan la cuerda floja en la que caminan las nuevas bandas que temen firmar su último disco, que en ocasiones es también el primero, y se adentran por caminos propios. Ya no suenan a Joy Division, grupo del que en realidad siempre renegaron, aunque tampoco se acercan a su idolatrado Nick Cave.

Sus letras continúan oscuras y en ocasiones ininteligibles. Sus guitarrás mantienen parte de su tradicional sonido punzante y algunas de las canciones del disco, como The Heinrich Maneuver, recuerdan a sus trabajos anteriores, rápidas y con las quitarras que les emparentaban con todas las bandas de post-punk de finales de los 70 y principios de los 80 y con grupos como Television.

En realidad, el sonido del nuevo disco se vislumbraba en canciones anteriores -Untlited, Specialist y NYC- y puede que no sea más que la evolución un lógica que desea alejarse de los "suena como" para acercarse a los "esto es Interpol".



Rectificación

Durante los últimos días, la canción que ha sonado como Lived in the bars no correspondía con la compuesta por Cat Power con este título. Rectificado el error, disfrútenla.

miércoles, 8 de agosto de 2007

La princesa

El mundo de la música esta lleno de reyes y reinas, del pop, del rock, del soul, del jazz... Cat Power -Chan Marshall- es la princesa. A su aspecto adorable, la compositora de Georgia suma una personalidad única y un talento para narrar simples historias, matizadas por una voz afelpada y los ojos más hermosos de la música independiente.

Chan Marshall es una creadora arriesgada que se ha atrevido a jugar con la música y con sus formatos, siempre con los mejores padrinos. Entre sus proyectos en solitarios hay discos con canciones propias y versiones, hay acompañantes de lujo (T. Bone, Eddie Vedder, Dave Grohl, Warren Ellis, M. Ward y Mick Turner) y joyas en las que ella se enfrenta sola con la guitarra, como su DVD Speaking with the trees, grabado en medio de un bosque.

Su último disco, The Greatest, supone un giro en la obra de Marshall, quien hace unos meses declaraba al NYT que había dejado la bebida. Más alejada del minimalismo de sus anteriores grabaciones. No sólo suena su piano, guitarra y voz, si no que se ha dejado empapar por el sonido del soul y grabar su disco más luminoso. Para muchos, su disco más comercial, pero ¿importa eso acaso?

Lived in the bars quizás sea la joya que esconde el disco, y con la que se justifica el álbum al completo. La canción no es más que un tranquilo paseo de la mano de una princesa -no de cuento-, pero ¿qué más se puede pedir durante casi cuatro minutos?

lunes, 6 de agosto de 2007

Agrorock

Aunque El koala sea el máximo exponente de la corriente conocida como agrorock -maldito el día, maldita la suerte de la España veraniega-, existen otros grupos que podrían alistarse en esta cáustica corriente musical, aunque sólo sea por tener un nombre como Los campesinos!.

Desde Cardiff, un joven septeto amante de las melodías pegadizas y los estribillos rápidos, se han dispuesto hacer bailar a todo aquel que esté dispuesto a quemar las suelas de sus zapatos. La autoproclamaba segunda banda británica más punk-rock del momento firma uno de los éxitos del curso musical: You! Me! Dancing!.

La canción, un alarde de gamberra frescura, les une a traves de las ramas de un ficticio árbol genealógico con grupos como Help! She can't swim, Architecture in Helsinky, Bis y los históricos Pavement.

Letras casi infantiles, inocuas, sin ninguna intención de cambiar el mundo, para eso ya está Sabina y sus huestes de oficiales bien pensantes. Música para el día que, al despertaste, decidiste ponerte a saltar sin motivo aparente.

Bastá de opás, You! Me! Dancing! canción del verano, ya.

viernes, 27 de julio de 2007

La tradición

Beirut es un paseo por el Moldava o un viaje a lo largo de los montes Balcanes en un coche fabricado en Detroit. Zach Condon -compositor, multi-instrumentista, narrador- es estadounidense, aunque su música recorre el Este de Europa, el sonido del viejo klezmer judío y asimila las voces de músicos francófonos como Brel y Gainsbourg.

A pesar de la amalgama de elementos tradicionales, su único disco hasta el momento, Gulaj Orkestar, no escapa al lugar de residencia de su compositor: Nueva York. La ciudad más europea de los Estados Unidos imprime un toque de modernidad a tanta tradición. Modernidad que le obliga a emparentarse con el último disco de uno de los grupos de moda de la música independiente, Clap your hands and say yeah!, y a otras bandas como Neutral Milk Hotel.

Trompetas, farfisas, acordeones, mandolinas, violines, chelos y pianos componen la orquesta de este joven que, con 16 años, se largó a recorrer Europa para escuchar a los virtuosos gitanos y la música balcánica. El resultado: por una parte, uno de los mejores discos del año 2006 y la sensación de ansiosa espera ante el que será su segundo álbum. Por otra, la sospecha de que los apocalípticos vaticinios de los librepensadores, que profetizan el fin de la cultura tradicional por culpa de la globalización y cacarean sobre la ignorancia de los yanquis, no son tan reales como nos quieren hacer creer.

miércoles, 11 de julio de 2007

Cuestión de talento

La historia de la música popular está plagada de 'supergrupos': bandas formadas por estrellas, fugaces o no, que deciden reunirse para superar su obra anterior o, simplemente, para tocar un rato. The dirty mac pertenece a esta segunda clasificación, un cuarteto de amigos que se reúnen para formar parte de uno de los espectáculos más memorables de la musicastoria: 'The Rolling Stones Rock 'n' Roll Circus'.

Dentro de este experimento audiovisual, en el que participó la elite de la música de los sesenta, se juntaron un grupo de genios para tocar un par de temas. Los responsables de la aventura fueron: un tal John Lennon, que en la grabación responde al nombre de Wiston Leg-Thigh; un joven guitarrista, Eric Clapton, su satánica majestad Keith Richards, que tocó el bajo para la ocasión; y Mitch Mitchell, batería de la Jimmy Hendrix Experience.

El cuarteto hace suyo un tema de los Beatles, 'Yer blues' -'White album'- y superan al original. La canción, grabada en directo, es una muestra del talento desgarrador de los cuatro músicos. En el mismo circo grabaron otra canción, pero los médicos recomiendan que no se escuche: Yoko Ono acompaña con unos sinuosos maullidos -literal- a los cuatro virtuosos, que también cuentan con la compañía del violinista Ivry Gitils.

Por cierto, impagable el diálogo entre John Wiston Lennon y Michael Jagger antes de la actuación.

Para escuchar:

Yer blues

sábado, 30 de junio de 2007

Melomáticos

Lo mínimo puede conformar un todo. Boards of Canada asumen desde hace dos décadas el lema de Mies Van Der Rohe, menos es más, y crean una arquitectura melódica racional y escueta. Su música es la de la deshumanización del Arte y la heredera, por derecho propio, de los germánicos más estrictos de la historia de la música: Kraftwerk.

El sonido de este dúo de hermanos es cíclico, que no repetitivo, y sus discos están concebidos como un todo. Una obra completa que no debe ser escuchada como un conjunto de sencillos inconexos, sino como un espacio temporal unitario. Las canciones son por lo general breves y existe relación entre ellas. Sus creaciones, emparentadas con grupos como Four Tet y Pan Am, se sustentan en bases rítmicas a las que se suman capas de sonido, como si fuese un pastel. Para ello, Boards of Canada viven en un mundo analógico: sintetizadores, instrumentos, samplers, radios. Todo vale.

Estos escoceses amantes de la geometría, gusto que evidencian en sus portadas y vídeos, componen hermosos instrumentales para el siglo XXI. Es posible que su música no resulte emotiva, pero su capacidad evocadora y para crear universos rítmicos es innegable. Asegura el dúo, fan de los Beatles y My Bloody Valentine, que sus composiciones nacen de la tristeza de ciertos recuerdos, cargados de nostalgia

Boards of Canada, que pertenecen a la discográfica sin complejos Warp, son investigadores, científicos que, como químicos, buscan la formulación ideal. En alguna ocasión han reconocido su interés por la vinculación que existe entre los números y la música, así como por los mensajes subliminales, que recorren la obra de dos hermanos enamorados de melodía matemática.

Para escuchar:

Music is math




Roygbiv

martes, 19 de junio de 2007

Voz de lana

"Algunas personas me dicen que los ojos son las ventanas del alma, pero los ojos pueden ser unas cuencas vacías".

La cara de Ron Sexsmith es de niño. Su voz, de lana. El compositor canadiense, siempre solitario y distraido, ha diseñado a lo largo de dieciséis años un plano anímico, una especie de guía que cruza los recovecos de los sentimientos humanos. Sexsmith pertenece a esa escuela de songwriters -concepto muy alejado del cantautor latino, por fortuna- capaces de transmitir con sus historias el dulce sabor de la nostalgia.

Just my heart talkin' es una confesión de las que se susurran al oído, sentado sobre un malecón: "Mi corazón siempre me ha guiado hacia donde no pertencía, hacia puertas a las que no debería llamar". Sexsmith, elegante y adusto, desliza sus versos bajo una melodía sencilla y una intrumentación enjuta. No es seguidor de las grandes orquestaciones. Al igual que Nick Drake, se vale con una guitarra.

Su obra Blue boy, disco genial que esconde esta pieza sosegada y reflexiva, es un compedio de historias tristes, cantadas a media voz por, probablemente, uno de los grandes genios de la música actual. El hombre de voz de lana y dedos de cera es un cuentacuentos que despeja su alma en cada una de sus composiciones.

Ron Sexsmith, el antropólogo.

Para escuchar:

Just my heart talkin'

lunes, 18 de junio de 2007

Saltar con los ojos cerrados

No siempre es fácil creer en aquello que no se ve. Requiere un esfuerzo y cierta confianza en ocasiones a prueba de bombas. Otras veces sólo exige un segundo de reflexión. Es casi imposible creer que la música pueda cambiar nada en un mundo que gira a ritmo de 75 r.p.m., aunque hay grupos que se aferran a esta idea como el verano al otoño. Thee Silver mt Zion creen en ello, creen que es posible y su vida gira en torno a esta idea.

En realidad, la música siempre ha sido generadora de movimientos, en su mayoría juveniles, dispuestos a revolucionar el tiempo que les ha tocado vivir. La diferencia entre este colectivo canadiense y sus antecesores es que sus protestas son silecionsas. Sus ideas comparten los principios de punk: anarquista, anticapitalista y antiglobalización -defiende la distribución a través de pequeñas redes locales y huyen de la publicidad-. Pero no comparten la estética, ni el carácter autodestructivo, tampoco el exhibicionismo, ni la provocación gratuita.

Thee Silver mt Zion son contenidos en sus formas, tanto estéticas como musicales. Son sobrios, aunque se permiten ciertas descargas de ruidismo en sus canciones y sus directos son conocidos por su intensidad y emoción. Tirando de etiquetas, lo sencillo es clasificarlos como post-rock, cajón de sastre favorito de los críticos, pero podría hablarse rock de cámara o, simplemente, rock de vanguardia o experimental, ¿cómo Pink Floyd? Tampoco es eso.

Uraños y esquivos
La formación es variable. Los músicos son compañeros de otras bandas que graban sus obras con el peculiar sello de Montreal Constellation records.. Las guitarras comparten espacio con los instrumentos de cuerda, que tienen crucial importancia para estos antisistema uraños y esquivos con las entrevistas y medios de comunicación, a los que acusan de haber ayudado a la putrefacción de la industria musical.

El sonido de estos extraños amigos de los mensajes apocalípticos procede de grupos como June of 44, Slint, Savage Republic, el jazz, la música clásica y la música tradicional judía. De hecho su líder, Efrim, capitanea el grupo de música klezmer: Black ox orkestar.

Thee Silver mt Zion creen en el famoso otro mundo es posible, quizás su música también sea de ese otro mundo. Un paseo por oníricos lugares, casi de pesadilla, en el que los intrumentos se suman, uno a uno, para formar un manto en el que se podría pasar toda la noche, contando con los dedos los minutos que quedan para un nuevo día. Un manto en el que confiar, sobre el que saltar con los ojos cerrados.

Para escuchar:

Stumble then rise on some awkward morning


Broken chord can sing a little


jueves, 7 de junio de 2007

El baile del robot

A pesar del mayo horribilis, de la llegada de la ola de calor tropical, de Factor X y las canciones del verano, es una agradable sorpresa encontrar un lugar distinto donde descansar. Sincopado, por motivos ajenos a su voluntad, se ve obligado a rebajar el número de entradas en este espacio, pero en agradecimiento a su pocos, pero fieles lectores, deja uno de sus nuevos descubrimientos. Fujiya & Miyagi, sonidos cíclicos para bailar con una cerveza, en la mano, se entiende. Teclados y voces susurrantes, el baile del robot.

El vídeo, sin desperdicio.

Para escuchar:

Ankle injuries

La churrería

La ventaja de montar un negocio de churros es que son fáciles de fabricar. No requieren invertir en innovación y el resultado siempre es óptimo: churros. En la música, los churros son habituales. En la televisión también.

Criticar Operación Triunfo es sencillo, por lo que resulta también sencillo criticar a su sosías: Factor X. El nuevo churro sigue el mismo esquema que su antecesor: un grupo de personas, con mayor o menor talento para la interpretación, a los que se les promete que se les convertirá en artistas. ¿Artistas? ¿Está Bisbal a la altura de Dylan?, ¿Bustamante a la de Sinatra?, ¿Rosa -de España- a la de Aretha Franklin? Cantar, cantar bien, no convierte en artista.

Factor X es aburrido y el mal gusto, nunca escatológico, tiene camerino propio en el programa. Se cantan las mismas canciones que en OT, se interpretan igual y se acompañan de ese tufillo a fenómeno fan insoportable e histérico. Cuatro prometía algo distinto, pero es tan fácil y económico hacer churros... Un valor diferencial: frente a su predecesor, Factor X ha incrementado el nivel de mal gusto; una impagable sección de grupo vocales. Beluga.

El jurado
Tampoco falta un jurado. Formado por tres miembros, cada uno dirige un equipo, se dedican a la crítica gratuita, fuera de lugar y estúpida. Cuando llegan las alabanzas, los lugares comunes se repiten uno tras otro. Los argumentos son tan ridículos que rozan la estupidez y, por supuesto, están plagados de frases que incluyen la palabra sensibilidad.

Porque si en estos programas sobra algo es 'sensibilidad', más bien sensiblería. Los concursantes tienen los lacrimógenos más rápidos de este país. Cualquier motivo es bueno para echar una lagrimita, al igual que nunca viene mal una muestra extrema de amistad con un tipo que, en el fondo, acabas de conocer. Por supuesto, la cadena libra al espectador de este espectáculo de exhibicionismo. Cómo no.

Quizás sea un envidioso. Ni gano lo que gana Bustamante, ni muevo las caderas como Bisbal. Puede que haya perdido mi sensibilidad musical o que nunca la haya tenido. Podría ser que no sea un tipo sensible, educado para disfrutar de las bellas artes. Puede que por todo esto no me guste OT ni Factor X.

Factor X merecía un voto de confianza, una gala, y entera. No habrá una segunda oportunidad.

Dos reflexiones:

Primera, ¿Qué va a pasar con los artistas que salgan de este esperpento? ¿Hay hueco para ellos en el mercado musical? ¿Qué es de los triunfitos, exite un limbo en el que desaparecen tras el concurso?

Segunda, ¿Puede una presentardora de un programa de prime time, en una cadena nacional, utilizar expresiones como "Me gusta ese positivismo" -un saludo a Augusto Comte- o "Ves y dale un beso"?

martes, 22 de mayo de 2007

A la atención de Paul

Estimado Paul:

No quisiera robarte mucho tiempo con estas líneas, pero me veo obligado a dejarte constancia de mi eterno, en un sentido mortal, agradecimiento. Llevo días escuchando una y otra vez, casi de manera enfermiza, 'A day in the life'. No sé que tiene, o sí, pero no puedo dejar de pensar en ella. Me provoca una extraña alegría, agría, que me reconforta.

Analizo la letra, la melodía, la instrumentación. No sé si hay mensajes ocultos o, simplemente, es un conjunto de frases geniales. Bueno, a veces también pienso que podrían ser un conjunto de frases azarosas y un poco estúpidas. No sé, Paul, estoy desconcertado.

Lo dicho Paul, no quería robarte mucho tiempo, porque sé qué con el divorcio estás un poco atareado, así que finalizo esta carta.

Por cierto, Paul, y antes de decir adiós. Sé qué hace tiempo que no os veis ni os habláis, pero si algún día te reencuentras con John, por favor, dale las gracias de mi parte.

Agradecido,
sincopado

P.D. ¿Me podrías enviar una foto firmada de los cuatro?

Para escuchar:

A day in the life

lunes, 21 de mayo de 2007

Allá cada cual

Manolo y Genís -Astrud- forman el dúo más odiado y amado de la música española. Sus detractores acumulan un listado de pegas y reproches. A sus seguidores, simplemente, les gusta. Lo cierto es que Manolo y Genís son arriesgados, personales, irónicos e inteligentes. Que te gusten, o no, es harina de otro costal.

Este par de deslenguados, capaces de asegurar en un concierto en Madrid que no les gusta la ciudad, han trabajado en cuatro discos en los que han dejado claro que tienen un sonido propio y reconocible. Su primer disco grande, 'Mi fracaso personal', mostraba los detalles que se han repetido en sus siguientes trabajos. Repetidos y mejorados.

Poco a poco su sonido se ha refinado, es más tranquilo, pero más intenso. En su último disco, 'Tú no existes', ya no se limitan a los teclados de Genís y la guitarra de Manolo, se dejan acompañar de guitarra, bajo y batería.

Aunque, como siempre, Astrud demuestran que son los mejores sprinters a la hora de poner palabras a su música. Sus letras reflejan con terrible sencillez e ironía breves y rápidas historias que hablan de relaciones, amistad, nadas y naderías, todas ellas encantadoras. En ocasiones su tono es confesional, casi siempre irónico y surrealista y, en algún momento, gamberro, como en su himno 'Hay un hombre en España que lo hace todo' o 'Qué malos son nuestro poetas'.

Astrud, sin pelos en la lengua.

Para escuchar:

Minusvalía

miércoles, 9 de mayo de 2007

El conejo en la chistera

De los sombreros de chistera no sólo sale magia. De ahí salen los conejos de los prestidigitadores y algunas de esas canciones que tienen más de mágicas que de lógicas. Cuando uno mira a su alrededor y descubre lo feo que puede resultar todo, prefiere que quien te lo cuente, al menos lo haga hermoso.

Sparklehorse -nombre tras el que se agazapa Mark Linkous- es una factoria de canciones hermosas, de esas que estremecen y provocan que las piernas no respondan como deberían. Linkous deja que se escape un mundo triste en letras que hablan de ranas, perros que se comen tu pastel de cumpleaños y abejas que mueren en el mar. Música para un noviembre frío, en el que esperas en la cola de la panadería mientras revisas la calderilla que se esconde en los bolsillos.

'It's a wonderful life' es una obra mínima, de ritmo denso, una santa compaña que vaga por el País de las Maravillas de la mano de Poe. Suena a Mercury Rev sin orquesta y a Flaming Lips sin excesos lisérgicos.

Un hermoso encuentro con la chistera que todo el mundo guarda dentro de su armario cuando el día amanece cubierto de nubes grises.

Para escuchar:

It's a wonderful life

La orquesta del pueblo

La historia de la música está llena de grupos que han dedicado su vida a las versiones. Las orquestas de pueblo lo hacen verano tras verano sin asomo de vergüenza y, durante los años sesenta, muchos grupo españoles de 'yeyes' dedicaban su talento a versionar en castellano a grupo británicos. Hayseed Dixie hacen versiones, pero no es un grupo yeye. Lo de la orquesta de pueblo aún no está claro.

Proceden de los Estados Unidos más profundos, esos de peto vaquero y camiseta sin mangas. La leyenda asegura que este cuarteto, de un pueblo de Los Apalaches, descubrió el rock'n'roll al encontrar un coche accidentado repleto de vinilos de AC/DC y Kiss. Ya que el conductor estaba muerto, estos granjeros decidieron tomar en préstamo los discos. Les gustó lo que oyeron, les gustó tanto que decidieron comenzar a tocar esa música, pero a su estilo, a ritmo de bluegrass y hillbilly.

Música como tabaco de mascar
Su sonido es acústico: guitarra, banjo, mandolina, bajo y el arpa de boca (instrumento imprescindible para tocar en el porche de una destartalada casa de Alabama). Su música es ruda, como escupir el tabaco de mascar, y festiva. Huele a cerveza y requiere de un imponente '¡yiiiiiiiiijaaaa!' cuando la banda termina la actuación.

En su último disco, 'Weapons of grass destruction' -título que deja bastante que desear-, amplían el abanico de versiones. El rock más duro deja paso al pop, aunque el resultado es el mismo: bluegrass. Pero la gran sorpresa es descubrir una versión de uno de los grupos más in del momento: Scissors sisters.

Los neoyorquinos más glamurosos, excesivos y fiesteros, amantes de la ropa de cuero y de ABBA; vistos por los leñadores más marchosos y cerveceros de Los Apalaches. Un duelo, al amanecer, en toda regla.

¡Yiiiiiiiijaaaaa!

Para escuchar:

I don't feel like dancing, Scissors sisters



I don't feel like dancing, Hayseed Dixie

domingo, 29 de abril de 2007

En pocas palabras

Mentar en una misma frase a Miles Davis, John Coltrane y Bill Evans es hablar de tres grandes de la historia de la música. Si sólo hablamos de los dos primeros es hablar de genios a la altura de Mozart, Beethoven, Satie y Bach. 'Kind of blue' los reunió y originó composiciones como 'So what'.

Ante esta creación, perfecta, poco se puede decir. Quizás ocho minutos que deberían ser escuchados de rodillas, mientras se da las gracias a Davis. También se puede escuchar sentado, pero dar la gracias es obligatorio.

Para escuchar:

'So what'

El club de ajedrez

Weezer es el grupo de los pardillos, o al menos esa estética es la que han paseado durante años por los escenarios, con su apariencia de miembros del club de ajedrez del instituto. Además, y muy a su pesar, han sido vapuleados por los críticos que, en ocasiones, no les han tomado muy en serio. El grupo liderado por Rivers Como logró el título de peor disco del año en 1997, otorgado por Rolling Stone.

Sin embargo tres años antes compusieron un disco que aparecía en las listas de los mejores que hacen las revistas cuando llega el fin de curso. En plena efervescencia del grounge -¿qué queda ahora de Seattle?-, de las chaquetas de lana, las camisas de franela y los vaqueros rajados; Weezer compuso el conocido 'disco azul'. Una colección de temas en las que mezclaban el rock vocal con las guitarras de los Pixies y algún deje heredado de los barrocos solos de guitarra del rock duro de los años 70.

Una de sus canciones sonó sin piedad en emisoras de radio y progamas de música de televisión. 'Buddy Holly' se convirtió en un himno y un ejemplo de cómo componer un 'hit', no sólo la canción, tarareable y saltable hasta el hartazgo, tambíen su vídeo.

Spike Jonze, gran gurú de los vídeos musicales, se encargó de poner imágenes a la canción. ¿Qué mejor que una exitosa serie ambientada en los años 50 para recrear una melodía que hablaba del malogrado Buddy Holly? Una antigua comedia televisiva acogió al cuarteto, ataviado al más puro estilo Dúo dinámico, que aseguran que lo que los demás digan de ellos, les trae al pairo. Con esas pintas, normal.

Para escuhar:

'Buddy Holly'

sábado, 28 de abril de 2007

Juguemos a los sims

El dúo noruego Royksopp cuidan con mucho mimo cada uno de sus vídeos y apuestan, habitualmente, por una estética cercana al cómic y al videojuego. En 'Remind me', uno de los mejores vídeos musicales pergeñado por un grupo, aúnan la estética de un infográfico periodístico con la del famoso videojuego Sims. Una peculiar disección de una vida cualquiera, en un día cualquiera, en Londrés.

Para escuchar:

'Remind me'

jueves, 26 de abril de 2007

Una revolución conocida

Hagamos 'musificción'. Imaginemos una mesa en la que se reúnen los miembros de The clash, Talking heads y una fanfarria del ejército británico. Imaginemos que los miembros de The Clash no acaban a puñetazos con la fanfarria y que logran llegar a un acuerdo, musical, entre todos. ¿Cuál sería el resultado? Arcade Fire.

Los canadienses son amantes de las guitarras fugaces, las melodías sencillas y pegadizas, la orquestación barroca (violines, órganos y acordeones), la épica y las historias de fantasmas. La sección de ritmo es una apisonadora. La batería se repite una y otra vez como si fuese un gran rodillo. Arcade fire son una especie de amish espídicos, una descarga de alegría atronadora.

El grupo ha demostrado con su segundo disco que es una de los grandes bandas de la música independiente. Con un lenguaje propio y capacidad para dar continuidad a su sonido sin repetirse, el septeto ha compuesto uno de los mejores discos del año 'Neon bible', con título tomado de la primera novela de Kennedy Toole y estética eléctrica.

Adentrarse en Arcade fire no es adentrarse en un mundo desconocido, es acceder a un espacio en el que todo lo que ves lo has visto ante, pero no sabes bién cuándo ni dónde. Arcade fire no es la revolución y si lo es, es una revuelta pausada, tal vez la mejor revolución que te hayas encontrado nunca.

Para escuchar:

'No cars go'



'No cars go' en directo


miércoles, 18 de abril de 2007

Tras la electrónica, blues

Thom Yorke es un genio. Radiohead es la gran banda de los 90 y uno de los grupos que más seguidores e imitadores, para bien y para mal, ha dado. El disco 'Ok computer' es un disco perfecto y 'Kid-a' un arriesgado experimento que les convirtió en un grupo de culto.

Yorke, en solitario, no se diferencia mucho de Radiohead. Hace lo que sabe hacer y el resultado es más que positivo. Una de las mejores canciones de su último disco es 'The clock'.

Resulta sencillo, sobre todo si eres músico profesional, defender una canción arropado de arreglos, producción y postproducción, pero ¿y enfrentarse sólo con una guitarra acústica a tu propia creación? El líder de Radiohead -genio, genio, genio- se sentó en el taburete del escenario de The Henry Rollings show con su acústica -el algodón no engaña- y demostró que, tras tanta electrónica y tanta tecla, 'The clock' no es más que una grandiossa canción con una base rítmica de blues.

Una impresionante versión que, espero opiniones, supera la original.

Ya lo decía Mies Van Der Rohe: menos es más.

Para escuchar:

'The clock', original



'The clock', acústica

Metrónomos, metrónomos

Tortoise sienten adoración por los metalófonos, por el minimalismo y los cambios de intensidad. Es el grupo al que los amantes del pop y del rock acusan de intelectualoides y aburridos, y que sufren la desgracia de no hacer jazz en sentido estricto. Su música es un encuentro entre el cool jazz, el rock, el dub y la electrónica. Son científicos musicales con espíritu investigador, son metrónomos capaces de perder el ritmo, son la última descarga eléctrica tras un día de malas pulgas.

Formados en el año 1990 en Chicago, Tortoise se convirtío durante aquella época en un referente musical para nuevos grupos que compartían inquietudes creativas, como Stereolab y Chicago Underground Trio. En aquel momento fueron empaquetados en la etiqueta conocida como post-rock. En realidad su similitud al resto de grupos de esta corriente es casual. Tortoise es un grupo menos visceral, más sesudo; pero, como siempre ocurre, sin etiqueta, no se clasifica, y sin clasificar, no se vende.

El quinteto de chicago lo componen virtuosos músicos multiinstrumentistas. Sus conciertos son profesionales y metódicos, no hay tiempo para el sosiego, ni para la reflexión. Hay que tocar. Las baterias -suelen actuar con dos-, marcan el ritmo de un directo basado en el tránsito inesperado del sosiego a la más vehemente intensidad. Usemos los tópicos de la crítica musica: pasan de las atmósferas hipnóticas al muro de sonido.

De su discografía, destacan tres títulos: el inconmensurable 'TNT', 'Millions Living Now Will Never Die' y 'It's all around you'. El primero puede ser considerado uno de los grandes discos de los últimos 50 años (por poner una cifra), un encuentro extraño entre el jazz, el rock y la sencillez de un patio de colegio.

Para escuchar:

'Salt the skies'

martes, 17 de abril de 2007

Pistolas y cantimploras

Si a todo en esta vida hay que ponerle una banda sonora, ¿cuál habría que elegir para un viaje por el desierto? Las opciones son múltiples, aunque, quizás, la más adecuada sean Friends of Dean Martinez. Sus composiciones se sacuden las plantas de los pies para quitarse la arena, como lo hacen los niños tras jugar en la playa. Melodías sinuosas para el día en que Ennio Morricone cambió sus pistolas por una cantimplora y por la melancolía sosegada de quien ve la vida desde la mecedora situada en el porche.

Friends of Dean Martinez, originarios de Tucson -Arizona-, son un grupo multiforme que cambia de componentes como de calzones. Bill Elm, Mike Semple y Andrew Gerfers son el motor de la banda, aunque los músicos que les acompañan proceden de dos de las grandes formaciones de rock americano actual: Calexico y Giant Sand.

Su sonido es el de la frontera y el de la música surf de los años 50 y 60. FODM componen música instrumental, bandas sonoras inexistentes para películas que deberían proyectarse en los autobuses que viajan hacia el atardecer. Suena la 'steel guitar' lánguida, como la voz de un hombre tistre que relata una historia tan lejana como el principio de los días.

Friends of Dean Martinez es la voz de un fin de fiesta, un tranquilo recorrido por desiertos interiores, en el que no habrá estación de servicio en la que comprar algún casete que acompañe durante el trayecto hacia el atardecer en la frontera.

Para escuchar:

'Broken bell'




'All the pretty horses', versión de la canción de Calexico